Ginebra

OPINIÓN: Castellio en Orfila

La Razón
La RazónLa Razón

Dos semanas después de su fulminante destitución como Melchor en la Cabalgata, lo que sorprende es que Fernando Fabiani no haya tenido todavía el arrebato de mandar al mismísimo carajo a sus compañeros de la junta directiva del Ateneo por sacrificarlo en el pútrido altar de la corrección política. Los sicarios mediáticos del presunto corrupto Marchena eructaron desde las ondas el regüeldo de una denuncia dos veces falsa para ahumar la justificada destitución de su amo en un totum revolutum de sumarios de desigual actualidad y quienes debían velar por el buen nombre del rey mago siguieron la corriente en medio de una escandalera de doncellas ofendidas. A saber los motivos. ¿Por qué ha soportado en silencio el prestigioso doctor que le hayan dispensado tratamiento de apestado al no poder aventarlo como delincuente? Puede que para no empañar más el desfile del 5 de enero, vale, pero con el cartón-piedra en los almacenes desde hace una semana, ¿no le pide el cuerpo armar una zapatiesta contra estos ateneístas cobardes además de inquisidores? Cuando la intolerancia tiraniza los espíritus, quienes tienen razón prefieren callar para no ser importunados por los ruidosos. Fue la lección que el implacable Calvino le infligió a Sebastián Castellio en la Ginebra reformada. Vale para la Sevilla del siglo XXI, por desgracia.