Juegos Olímpicos

Londres

Imperial Phelps

El estadounidense se «venga» de Ryan Lochte y consigue el oro en los 200 estilos, su vigésima medalla olímpica

Phelps recibe la felicitación de su compañero y amigo Lochte, segundo en la prueba que ganó Michael
Phelps recibe la felicitación de su compañero y amigo Lochte, segundo en la prueba que ganó Michaellarazon

Londres- El Phelps de siempre, el de Pekín, el imparable nadador capaz de desafiar a la naturaleza, reapareció ayer en Londres para firmar una carrera de 200 estilos inolvidable, como en sus mejores momentos, que le dio la primera medalla de oro individual en los Juegos de su despedida. El «Tiburón» de Baltimore ya sólo lucha contra sí mismo. Los récords son suyos y son los demás los que tienen que pelear por superarlos, como él hizo con Mark Spitz. Le llamaron loco por pensar que podía sumar siete oros en los mismos Juegos. Y en Pekín ganó ocho. Con la de ayer, ya lleva 20 medallas olímpicas.

La competitividad de Phelps es herencia de su padre, que le repetía: «Juega duro. Los chicos buenos acaban segundos». En la prueba de 400 estilos no sólo no terminó segundo. Fue cuarto, una sensación amarga, desconcertado, ahogado ante la exhibición de Ryan Lochte, su amigo, que ayer volvía a entrometerse en su camino en la final de 200 estilos. La ventaja de Michael es que su rival hacía media hora que había nadado en la final de 200 espalda, en la que se colgó el bronce. Quizá llegaba un poco más descansado y lo aprovechó. Phelps se «vengó» de la final de 400 estilos del sábado y de la de 200 estilos del Mundial del año pasado, en el que Lochte le derrotó en un espléndido mano a mano, y además le arrebató el récord del mundo. El de Baltimore no pudo recuperar la plusmarca, aunque se quedó cerca.

Esta vez sí hubo duelo. Uno de los de verdad. Michael y Ryan estaban al lado, calles 3 y 4, respectivamente. No se miraron antes de empezar. Lochte daba la espalda a su compatriota, que estaba con los ojos fijos en un punto, quizá previsualizando la prueba. El comienzo fue trepidante. Ambos nadadores mandaban, con sus cabezas prácticamente en la misma línea.
Phelps tocó la pared en los 50 metros. Se llevó el primer asalto, la mariposa, aunque por poco. Más ventaja sacó con la espalda, al paso por los 100 metros, en los que Lochte incluso llegó tercero. Pero al neoyorquino le quedaban fuerzas para el final. Remontó algo con la braza y empezó el estilo libre con una voracidad envidiable. Ya estaba cerca del objetivo, pero el objetivo se llamaba Michael Phelps, que ayer pareció recuperar sus aletas de tiburón. Aguantó el envite cuando parecía que iba a perder y por fin llegó a la meta el primero. Miró el marcador rápidamente. Ahí estaba, en lo más alto, como toda la vida.

Su compañero le felicitó y, más tarde, conversaban antes de la entrega de medallas con toda tranquilidad. El oro de Phelps es histórico también porque le convierte en el primer nadador que consigue sumar tres triunfos olímpicos seguidos en la misma prueba. El húngaro Cseh se llevó el bronce.

Ya en el podio, Phelps tuvo que suspirar para contener las lágrimas. Vive con intensidad sus últimos días como nadador, aunque todavía le quedan dos pruebas en Londres. «Michael Phelps es increíble», se oía por los altavoces. Y tanto.

 

Sin descanso: hoy, los 100 mariposa
Poco después de sumar su vigésima medalla, sin digerirlo todavía, sin que le diera tiempo a secarse, Michael Phelps volvió a la competición para nadar las semifinales de los 100 mariposa. Logró clasificarse sin problemas para la final, con el mejor tiempo, y hoy buscará el metal 21, el penúltimo al que aspira. Para el último día de competición quedaría el relevo 4x100 estilos.