Tegucigalpa
El responsable de las llaves huyó de la prisión
Los 800 presos quedaron atrapados sin poder salvarse de las llamas
Tras la tragedia, es hora de buscar culpables y enterrar a los muertos. Forenses de Honduras iniciaron ayer las complicadas tareas de identificación de los más de 350 cuerpos de los reos que murieron calcinados o asfixiados en el gigantesco incendio de Comayagua, una prisión al norte de la capital. Cientos de familiares, muchos con los rostros hinchados por el llanto, esperaban dispersos dentro y fuera de la pequeña morgue en Tegucigalpa donde el reducido equipo forense empezaba a tomar exámenes a los cuerpos, varios de ellos irreconocibles. «A mí me han dicho que están irreconocibles, pero yo no me voy a ir de aquí hasta que me entreguen a mi hijo, aunque sea en pedazos y envuelto. Tengo que llevarme a mi hijo a enterrar», dijo Delmira Argueta, de 51 años.
La mujer, madre del reo Luis Cardona, que cumplía condena por homicidio, dijo que un cuñado que también está preso allí y sobrevivió vio a Luis envuelto en llamas, pero que ya no pudo ayudarlo.
Aún no están claras las causas del incendio en la atestada prisión, que albergaba a más de 800 presos. Las hipótesis van desde un cortocircuito hasta que un reo habría prendido fuego a un colchón. Mientras se investiga, se van conociendo nuevos datos que indican que el rescate y la evacuación de los reos fueron un completo desastre. Cárceles hacinadas, guardias huyendo, llaves tiradas y bomberos asustados son los ingredientes del operativo fallido. Algunos reos narraron que gritaron a los custodios que abrieran las celdas cuando vieron avanzar el fuego, pero que éstos no los auxiliaron. Muchos se salvaron rompiendo el techo de lámina de las celdas. «Los responsables aquí son el Gobierno y la Policía, que no hicieron nada para salvarlos», dijo llorando Clementina Euceda, madre del prisionero Miguel Euceda, de 21 años.
El fiscal de Derechos Humanos hondureño, Germán Enamorado, reveló que, según los primeros datos de la investigación, la persona responsable de las llaves de cada módulo de la cárcel abandonó el centro cuando se desataron las llamas. El fiscal reconoció además que no había el personal adecuado para auxiliar a los 852 reclusos, ya que en el momento del siniestro sólo había once guardias y no fueron suficientes para evacuar a los reos, que pedían que abrieran las celdas.
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