Houston
Chávez por José Muñoz Clares
Que se muera Chávez si es mentira» dicen los que apuestan sobre seguro. El gorila tiene un cáncer de próstata o un linfoma; ambos potencialmente mortales por más que puedan permitir una larga supervivencia que no hará sino encharcar más el barrizal en que se están revolcando los bolivarianos, Cristina K incluida. Tiene el gorila la mosca detrás de la oreja; se barrunta que los odiados Estados Unidos de América han hallado la fórmula para provocar el cáncer en sus enemigos políticos. Lo dijo en su día y no ha insistido porque no ha encontrado prueba alguna pero, sobre todo, porque se ha dedicado últimamente , con las orejas del lobo bien vistas, a unir las manos con unción y pedir a Dios que le conservara la vida por lo menos hasta las siguientes elecciones; el caso es que Dios se lo ha concedido. Dios nos debe un explicación. La tragedia del botarate es que la única esperanza de salvación la tenía en un Dios en el que no cree y en unos Estados Unidos a los que odia con saña, pero en su fuero interno sabe que el mucho rezar y el ingresar en Houston para tratarse el cáncer hubieran sido sus últimas bazas a la hora de enfrentarse con garantías y medios modernos a lo que los médicos cubanos están tratando en secreto y más fiados a la santería que al periclitante sistema de salud que impusieron los Castro. Como todo dictador, oculta a su pueblo la gravedad del mal para hacer de su más que previsible muerte un hecho manejable aunque sea «post mortem», que hasta la eternidad la quieren organizar los tiranos para seguir siendo el centro incluso después de muertos. El tío está evidentemente hinchado, abotargado y con la color demudada por los rayos que le dan. Si acabaran de cocinarlo a la parrilla le harían un favor al elevarlo al Olimpo que se merece, que no es otro que el de los cafres.
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