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Pacifistas a ratos

Los datos son concluyentes. España no es un país que mantenga una coherente postura pacifista. «El periodo en que más población se ha manifestado ha sido en los años 2003-2004, por la participación española en la guerra de Irak», afirma el sociólogo Ramón Adell Argilés, profesor de Sociología de la UNED.

La Razón
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Ha participado en 1.700 manifestaciones durante los últimos 35 años. «En esos dos años cerca del 40% de los ciudadanos salió a la calle en contra de la violencia». Argilés marca entre 1995 y abril de 2004 el periodo de la historia de España en que más manifestaciones se han realizado por la paz.

En Madrid, se celebraron al menos 353 convocatorias que movilizaron a 5.800.000 ciudadanos. Anterior a este periodo tuvo lugar la guerra de Bosnia (1992-95) y la desmembración de la antigua Yugoslavia. Para Juan Avilés Farré, catedrático de Historia Contemporánea de la UNED, «la más sangrienta que se ha combatido en Europa desde 1945», tal y como recoge en su libro «Historia política y social, moderna y contemporánea». Según datos del CIS, en mayo de 1995 sólo un 50% de los encuestados seguían con bastante o mucho interés el tema, y más del 70% declaraba que no entendía sus causas.

Cristianos sinceros

Existen dos momentos que reforzaron el sentimiento pacifista español: el fin del franquismo y la entrada de nuestro país en la OTAN. Durante la Transición, el rechazo hacia los ámbitos militares derivado de la Guerra Civil y la dictadura se potenció con la influencia del movimiento de «noviolencia» inspirado en líderes pacifistas como Mahatma Gandhi, que no precisaron de la fuerza para conseguir sus fines políticos. Esta repulsa hacia lo militar se materializó con la objeción de conciencia al servicio militar en 1984. Dos años más tarde, el entonces presidente Felipe González, con España ya dentro de la OTAN, tuvo que convocar un referéndum del que apenas un 52% votó a favor de la permanencia. En este cambio de mentalidad los grupos cristianos fueron los que tuvieron un mayor peso. El movimiento Cultural Cristiano no entiende de intereses políticos: «La guerra es un atentado contra la vida, en el que siempre mueren los más pobres. Por eso nosotros siempre hemos denunciado toda guerra». Sin embargo, aunque al igual que las asociaciones pacifistas han conservado la misma postura antibelicista, para un sector considerable de la sociedad española la validez de un conflicto bélico depende del respaldo de Naciones Unidas y, para algunos, del partido político que gobierne en el momento.

«Si en vez de Javier Solana la orden de intervenir en Yugoslavia la hubiera dado Federico Trillo posiblemente se hubiera movilizado más gente», opina Argilés. El sociólogo, a pesar de considerar que España es un país marcadamente pacifista en comparación con Gran Bretaña y Francia, sí cree que este pacifismo actúa en función del contexto político y del partido que gobierne. «La intervención militar en Libia se ha producido cuando la sociedad tenía la vista puesta en el paro, la crisis económica o el terremoto de Japón», afirma.

Juan Costa, coportavoz del grupo Los Verdes Eco Pacifistas, es más rotundo: «Si la guerra la plantea el PP está muy mal, pero si lo hace el PSOE está bien visto», ironiza. «Hay partidos que están apoyando la guerra como una manera de defender la política del PSOE. Es un cinismo absoluto. Nosotros nos manifestamos igualmente, gobierne quien gobierne», añade.

Ahora sí, ahora no

Diferentes asociaciones pacifistas discrepan sobre el concepto de «legalidad» para respaldar una guerra o no. Pere Ortega, coordinador del Centro de Estudios por la Paz de la Asociación Justicia y Paz, considera que ningún pacifista puede aprobar la guerra de Libia. «Es evidente que buena parte de los gobiernos implicados en la operación militar, como España, tienen una grave responsabilidad moral en la situación creada, ya que durante años ampararon el régimen de Gadafi y, lo que es más grave, le vendieron abundantes armas», explica Ortega. «Un bloqueo económico y comercial fue la primera opción que barajó Naciones Unidas. Habría que paralizar las compras de petróleo y gas porque así ahogas a un país. No se puede pedir a un pacifista que apoye ninguna guerra».

Postura que mantiene Gaspar Llamazares, diputado de Izquierda Unida. «Nosotros estamos a favor de un aislamiento a Gadafi. ¿Por qué nadie interviene en el Sáhara? El PSOE está demostrando tener una actitud totalmente oportunista. Durante la guerra de Irak sólo se manifestó en contra cuando la opinión pública se posicionó así».