Río de Janeiro

Macroacampada sin indignados

A las siete y media de la mañana comenzó la jornada para los cientos de miles de peregrinos que pasaron la noche en la explanada del aeródromo de Cuatro Vientos. Tras la vigilia de oración y en espera de la misa presidida por Benedicto XVI que clausuraba la JMJ, los jóvenes se despertaron con la música de un grupo de mariachis. El tema elegido no podía ser otro: «Las mañanitas».

Miles de peregrinos hicieron de Cuatro Vientos su campamento
Miles de peregrinos hicieron de Cuatro Vientos su campamentolarazon

«Nos fuimos a dormir a las tres de la mañana. Anduvimos dando vueltas hasta las dos, charlando con chicos italianos y franceses», comentaban Pablo Guillén y Álvaro Cebrián, dos jóvenes de Valladolid de 27 y 28 años.

Álvaro calificó con «un diez» su experiencia en la JMJ. «Vale mucho la pena. La única dificultad ha sido la lluvia. Temíamos que continuase durante más tiempo y se tuviese que cancelar la celebración». Pablo, quien como su amigo también acudió a la reunión con los jóvenes de Juan Pablo II en 2003 en esta misma explanada y al Encuentro Mundial de la Familias celebrado en Valencia en 2006, sostiene que estos eventos son estupendos para «encontrarse a otras personas que tienen tu misma fe». Uno de los muchos peregrinos brasileños que celebraron el anuncio de que la próxima JMJ tendrá lugar en Río de Janeiro era André, un muchacho de 20 años venido de la ciudad de Porto Velho. «Es un orgullo para nosotros que el encuentro de 2013 sea en nuestro país. Animamos a todos los jóvenes a que vengan. Les acogeremos igual de bien que los españoles nos han acogido a nosotros», contaba sin muestras de cansancio pese a las muchas horas que llevaba en Cuatro Vientos y el poco tiempo de sueño. «Ésta es una experiencia maravillosa. Estamos viviendo algo estupendo. El Papa es muy importante para nosotros los jóvenes. Sus palabras en defensa de la vida son un testimonio de Dios».

Tras los españoles, los peregrinos más numerosos eran los italianos. Las diócesis, parroquias, movimientos y congregaciones religiosas del país transalpino llevan meses movilizadas para hacer de la JMJ de Madrid un evento propio. Diego, un muchacho de dieciséis años, forma parte de un grupo de jóvenes llegados con los salesianos de la región del Véneto. «Llevamos desde el 11 de agosto fuera de casa. En el viaje nos detuvimos en Lourdes y, cuando volvamos, seguiremos con nuestro camino de fe», asegura.

A su lado, Davide, un mocetón algo desgarbado, cuenta que el único pero de la JMJ ha sido no poder escuchar entero el texto que el Papa tenía preparado en la vigilia de oración. «La lluvia impidió que terminase su discurso. Fue una verdadera pena. Menos mal que con su homilía en la misa de clausura recuperamos parte de lo que nos perdimos por la noche». Davide, Diego y los otros italianos del grupo confirman lo bien que han sido tratados en Madrid y agradecen mucho la labor de los voluntarios. «Nos han ayudado mucho, sobre todo en los momentos difíciles por la lluvia y el calor. Una de nuestras compañeras incluso tuvo que ser atendida porque se desmayó», dice Diego.


Una noche de música y danza
Los peregrinos recurrieron al lenguaje universal de la música y la danza para mantenerse activos en una noche que se hizo intercultural. En la zona más lejana al altar, un grupo de libaneses bailaba la música latina que interpretaban unos peregrinos colombianos con un violín y percusiones de su tierra. Cerca de las capillas a la izquierda del altar, un español marcaba el ritmo tocando el cajón, un brasileño el djembé y una chica croata bailaba con gestos demasiado sensuales, como comentaban molestos algunos jóvenes peregrinos españoles de ambos sexos. Se les sumaron en la danza varios africanos con pasos alegres y muy bienhumorados.