Teatro

Barcelona

«Salomé» pasiones distantes

Camilla Nylund es Salomé
Camilla Nylund es Salomélarazon

Temporada del Palau«Salomé», de Strauss. Solistas: Siegfried Jerusalem, Hanna Schwarz, Camilla Nylund. Director de escena: Francisco Negrín. Director musical: Zubin Mehta. 10-VI-2010. Palau de les Arts. Valencia. 10-6-10.

Justo estos días aparecen en prensa titulares anunciando «malos tiempos para la lírica». Si lo son malos para todos, no podían dejar de serlo para la lírica. El título de Strauss es un ejemplo del despilfarro de teatros y administraciones públicas. Son responsables de él los políticos y los gestores culturales. Los políticos por falta de imaginación. Los gestores por exceso de personalismo e incapacidad para coordinarse. De «Salomé» se han visto en los últimos años producciones diferentes en Bilbao, Sevilla, Tenerife, Barcelona, Madrid y ahora Valencia. La lista seguro que es más amplia. Cultura sigue una política deslavazada e incoherente de subvenciones que se traduce en tanta producción diferente, cuando habría que subvencionar proyectos acordados por un mínimo de teatros.La producción valenciana había levantado expectativas, a las que no ha respondido del todo. Francisco Negrín concibe una Salomé deseada por Herodes desde la infancia. Imágenes de ese periodo configuran coherentemente la «danza de los siete velos» y hasta la transformación final de la protagonista en «Juan el Bautista» resulta una idea aceptable; sin embargo, el conjunto no acaba de cerrarse. De carácter realista, incurre en contradicciones con texto y música. Es de suponer que al propio Mehta no le inspirase la prescindible pantomima inicial antes de las primeras notas en piano de la orquesta, siendo quizá éste y otros momentos causa de su lectura fría, en la que, con todo, brilló la calidad de la orquesta hasta en el solo del contrafagot. Nylund pasea el personaje por los mejores teatros del mundo desde una perspectiva lírica pero con medios que traspasan el foso. Jerusalem, más pasado que presente, aún convence como Herodes gracias a la combinación vocal y escénica. Schwartz es una perfecta Herodías y Schukoff muestra la importancia de contar con un buen tenor para Narraboth, y fue también impecable el Bautista de Albert Dohmen y muy dignos los papeles comprimarios. Una «Salomé» de gran nivel global en la que falta ese punto de emotividad que arrastre al espectador.