La Habana

Laura

La Razón
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El pasado miércoles se celebró en Madrid –también en Valencia– un funeral católico por el alma de Laura Pollán (1948-2011), que encabezó en 2003, tras la trágica primavera cubana de aquel año, las manifestaciones semanales de las esposas y las madres de los encarcelados entonces. Son las Damas de Blanco de La Habana, que cada domingo se reúnen después de la misa en Santa Rita, en el barrio de Miramar, y pasean vestidas de blanco, en silencio. Además de Laura Pollán, están ahí Alejandrina García de la Riva, Gloria Amaya González, Dolia Leal Francisco, Julia Núñez, Milka María Peña, Clara Lourdes Prieto, Gisela Sánchez Verdecia, Melba Santana Ariz, Berta Soler y Yolanda Vera Nerey, entre otras. Nunca han exigido ni intentado negociar nada. Tan sólo dan testimonio de la atrocidad de la que han sido víctimas sus familiares. Naturalmente, desde muy temprano se convirtieron en el objeto de la ira del régimen totalitario. Además de calumniarlas, los comunistas las han acosado y maltratado. La muerte de Laura Pollán, que revela la lamentable situación del sistema sanitario castrista, no acabará con el movimiento. Aun así, produce una tristeza inmensa comprobar cómo el totalitarismo, en una tierra casi española, sobrevive a quienes han encarnado con tanta pureza y tanta alegría la vocación de ser libres y buenos con los demás. Laura Pollán, según todos los que la conocieron, era genial en esto, con una generosidad, una simpatía y una disponibilidad infinitas. No habrá recibido en vida ningún reconocimiento oficial, ningún galardón por parte de las instituciones españolas.