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La Razón
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No me parece mal que el presidente del Gobierno vaya a Túnez, pese a algunas críticas a su viaje. Es cierto que el país magrebí vive un día a día confuso, sin un liderazgo claro y con unos responsables políticos que acaban de llegar y pueden salir mañana del poder. Es tan inestable la situación que igual hubiera sido más oportuno esperar un tiempo y organizar la visita una vez que estuviesen asentados los nuevos mandatarios. Pero en cualquier caso está bien, transmitir aliento siempre es de agradecer, y mostrar nuestra solidaridad también. Lo que ya no comprendo tanto son algunas de las palabras del presidente, particularmente en lo que se refiere a que quería aconsejar a los gobernantes tunecinos sobre su transición, poniéndoles como ejemplo el caso español. Ciertamente Zapatero se ha caracterizado por muchas cosas a lo largo de estos siete años interminables, pero ninguna de ellas en relación con su respeto a los valores de la transición. La ley de la Memoria Histórica, el rechazo al consenso y la forma excluyente como se negoció el estatuto catalán no han sido precisamente ejemplos de actuaciones acordes con el espíritu que movió a los padres de la Constitución. Luego su consejo sólo podrá ser: «Señores, esto es lo que hicieron mis predecesores, pero yo ahora estoy haciendo lo contrario». Con lo cual, tenemos garantizado que los tunecinos no van a entender nada de nada. Yo tampoco.