San Francisco

Un parque empresarial en alta mar

La empresa americana Blueseed propone replicar en 2013 Silicon Valley sobre viejos cruceros en aguas internacionales frente a las costas de San Francisco, con el fin de atraer talentos y crear nuevos negocios sin pasar por los permisos de trabajo y arduos trámites administrativos. Con más de 200 empresas interesadas, dentro de unos días celebrarán la primera conferencia para hablar de un futuro de grandes ciudades flotantes. 

Un parque empresarial en alta mar
Un parque empresarial en alta marlarazon

Silicon Valley es indiscutiblemente el reino en la tierra de la innovación tecnológica. Sede de las compañías punteras en informática e internet, se ha convertido en un hervidero de ideas, algunas aparentemente peregrinas, premiadas con fortunas personales de millones de dólares. Porque, ¿quién imaginaba que una página de fotos y links personales revolucionaría nuestra manera de relacionarnos?

De la patria del todo es posible llega otra propuesta que aspira a trasladar Silicon Valley al mar. Concretamente en 2013, la compañía privada Blueseed pretende atracar un barco a unas 12 millas (21 km) de la costa americana para atraer emprendedores de todo el mundo y fundar una comunidad tecnológica flotante. Huyen de la tierra y entran en aguas internacionales para evitar los engorrosos trámites administrativos y visados de trabajo con los que el gobierno «limita o retrasa –en opinión del equipo– la formación de empresas y el desarrollo del potencial humano». Cada año en EE UU 38.000 graduados en Informática tienen que dejar el país, mientras el sector crea cientos de miles de empleos. Básicamente sería como traer las ventajas fiscales de otras partes del mundo, con una simple bandera en el mástil, a unos metros de Silicon Valley y seguir en el centro del desarrollo tecnológico mundial, fomentando la interacción cara a cara y pasando por alto algunas trabas burocráticas.

Según su investigación, el coste no es un problema: «Los viejos cruceros tienen una capacidad de carga de entre 1.000 y 1.500 personas. Para lograr beneficios necesitan tener una gran capacidad, como para 5.000 pasajeros. Estos viejos barcos que nadie quiere y que, incluso, tienen dañados los motores, son los que interesan a Blueseed porque tendrían amarre fijo. Vendrían a costar entre 7 y 31 millones de euros», explica Dan Dascalescu, ex programador de Yahoo y miembro del proyecto. Sus primeras estimaciones hablan de unos 1.000 emprendedores y 200 tripulantes a bordo. Unas 600 habitaciones en un espacio de entre 180 y 240 metros de largo. Para hacerlo sostenible pretenden usar turbinas, paneles solares y biodiésel: «Muchas empresas de microalgas nos han contactado interesadas en traer sus proyectos a alta mar. Además, investigamos si sería posible usar la energía de las olas y la térmica del mar. Para la basura hablamos con compañías que aprovechan la energía de la biomasa... La mayor ventaja es que los residentes no se tendrían que trasladar, por lo que se evitarían los gases emitidos por unos 1.000 vehículos», termina Dascalescu.

Afirman contar con el interés de más de 200 empresas de todo el mundo, la mayor parte estadounidenses, que dicen adscribirse a la iniciativa en primer lugar por estar en una ambiente dedicado a la innovación (el 55,6 por ciento) o por la proximidad con Silicon Valley (41,1%), antes que por resolver problemas de visado de los empleados (el 23,2%). Cada residente tendría una cuota de alquiler con oficina incluida, de entre los 940 y los 2.400 euros.

Nuevos países flotantes

Este estado independiente avanzaría hacia ciudades flotantes libres de prejuicios políticos. De hecho, Blueseed es una escisión del Seastanding Institute, una organización sin ánimo de lucro cuyo fundador, Patri Friedman, es nieto del premio Nobel de Economía y defensor del libre mercado Milton Friedman. Seastanding Institute sueña con un futuro de ciudades flotantes en grandes plataformas en alta mar, con un nuevo tipo de gobierno, de inspiración liberal: «Si lo piensas a nivel tecnológico, tratamos de organizar una manera de proveer los mejores servicios al menor coste. Necesitamos nuevos ecosistemas que reduzcan las barreras. A corto plazo vemos un gran potencial para las empresas que aprovechan los recursos naturales como energías renovables y, a nivel jurídico, la libertad de experimentar con procedimientos médicos no aprobados en tierra. A largo plazo, puede ser una forma de vida rentable donde se requerirá sólo de internet», explica Charlie Deist, miembro del Instituto.

Para Volker H. Rosenkranz, ingeniero industrial y director del proyecto europeo Cargoxpress para el diseño de un buque sostenible: «El proyecto es meramente especulativo, aunque como idea es fascinante, por el coste de construir grandes plataformas flotantes, que son las únicas que aguantan olas de 40 metros. Tendrían que limitarse a aguas tranquilas... Por otra parte, los grandes cruceros van en esa dirección y, sin embargo, tienen grandes problemas de seguridad; es imposible la evacuación en una plataforma. Hay que recordar el Costa Concordia; si hubiera volcado hacia el abismo, no habría supervivientes. Otro tema es la seguridad. Los gastos militares para proteger el buque de ataques piratas serían altísimos», explica. La principal razón para empezar con un barco, según sus autores, es el coste. Las plataformas pueden costar unos cien millones de dólares, frente a los 20 de media de un viejo crucero y permite experimenta a escala primero», explica Diest .

Miguel Lamas, ingeniero naval y antiguo colaborador del Instituto, opina: «Técnicamente es viable, se han hecho varios diseños y estudios sobre condiciones de oleaje. Pero habría que estudiar si el derecho internacional permite apropiarse del mar, si socialmente hay disponibilidad y si hay una actividad económica detrás que apoye la idea. En EE UU si no hay dinero público, siempre hay inversiones privadas para cualquier idea, por peregrina que parezca», explica.

El proyecto, que espera surcar aguas a finales de 2013, ha recibido una cuantiosa donación del fundador de Paypal, Peter Thiel, que ha financiado la causa con más de un millón de dólares (casi 800.000 euros), sólo por el gusto de ver si esta idea, quizá tan peregrina como puede juzgarse el «Facebook» ante una cerveza, puede hacerse realidad. Mientras esperan la celebración durante los próximos días de una conferencia con emprendedores e inversores, –sobre todo de cultura del agua y turismo médico, confiesa Diest–, el equipo se despide de este suplemento con un «espero veros pronto en alta mar».