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El efecto Pepelu por Lucas Haurie
La ecuación es simple. Si el PP puso todos los huevos en la cesta de la corrupción ajena y se muestra comprensivo, por no decir connivente, con los brotes de inmoralidad que van surgiendo en sus filas, se produce una deserción de votantes. Concretamente, el 10% en menos de un año, a punto por mes. A este ritmo, la mitad de sus electores lo habrán abandonado en las municipales de 2015. Desde el punto de vista ético, lo mismo da robar un euro que un millón, aunque los tribunales prevean distintas sanciones. La trama de los ERE es un escándalo colosal. El enchufe de cinco amiguetes en el distrito no incurre en ilícito penal pero un partido se retrata cuando el responsable de la corruptela permanece en el cargo y recibe, por la travesura, carantoñas públicas de la superioridad. Si a los seis meses de tocar pelo institucional el concejal Pepelu ya es una agencia de colocación, ¿qué no mangará perpetuado durante tres décadas en el machito? Estos malos ejemplos, y otros, van calando hasta instalar en el imaginario colectivo la perniciosa idea de que «todos son iguales». Que tal vez no lo son, pero se empeñan en actuar como si lo fueran. Alcalde: diferénciese de los socialistas. O prepárese para un largo invierno.
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