Barcelona

Honor por Sabino MÉNDEZ

La Razón
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El actual líder del partido independentista catalán, Joan Puigcercós, es un hombre por el que siento una extrema piedad y una cordial ternura. Me provoca esos sentimientos desde el día en que le vi coger un berrinche tremendo en un debate de TV3 por el mero hecho de que hubiera catalanes que no pensaran como él y que consideraran que Cataluña no tenía por qué ser una nación. Se indignó, se atragantó, se subió por las paredes y se comportó exactamente como el Alcalde de Zalamea del teatro cuando veía en peligro su honor. Era todo un espectáculo folclóricamente español, con todos los ingredientes de la Inquisición más obsoleta: intolerancia, fanatismo, vociferación, etc. No deja de ser jocoso, y pone en un aprieto de contradicciones al protagonista, que se ponga más español que nunca cuando quiere defender que los catalanes no somos tal cosa. Cuando creamos el partido Ciutadans en Cataluña lo hicimos en Barcelona, pero el segundo acto abarrotado fue en Madrid, cerca del Congreso. En pleno evento, salí a tomar el aire y la supremamente artística casualidad hizo que en ese momento viniera por la acera desde la Carrera de San Jerónimo el prócer independentista Tardà, tirando de su triste troley hacia el AVE. No pudo evitar pasar ante nuestras catalanas pancartas, mirando desconfiadamente. Rechoncho y perplejo, lo hizo como si temiera paletamente que alguien, en un territorio que creía hostil, fuera a robarle el honor de la cartera.Intentar refinarse y perder el pelo de la dehesa es el objetivo, pero los diputados independentistas no consiguen desprenderse de ese comprometedor aspecto de energúmeno que activa la función intelectual por el rústico medio de rascarse la parte inferoposterior del tronco. Yo creo que ha llegado el momento de un buen dieto-estilista para mejorar su bancada, ya preocupantemente numerosa en casos de hipertiroidismo.