Música

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El rey del falsete por Lluís Fernández

La Razón
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Días después de dejarnos la reina de la disco, Donna Summer, muere Robin Gibb, el rey del falsete. El solista de Bee Gees seguirá vivo en el recuerdo de millones de fans que bailaron sin descanso «Stayin' Alive» mientras imitaban sus maullidos y los contoneos de John Travolta. Aquello fue una conjunción mágica. Nick Cohn había escrito un relato sobre los horteras de una discoteca de barrio que sueñan con asaltar Manhattan. Travolta era Tony Manero, modelo de una nueva generación que ansiaba entrar en Studio 54 y codearse con Warhol. Y los Bee Gees triunfaron con la piscodelia y el jipismo Beatle, fueron émulos de los reyes del glam y todavía luciendo «jumpsuites» brillantosos, pantalones pata de elefante y plataformón los pilló la música disco por sorpresa.

Su banda sonora de «Fiebre del sábado noche» resultó tan novedosa que convirtió la declinante música disco en un fenómeno cultural. Se diría que su carrera conducía a ese lugar y a ese momento cenital: las bolas estroboscópicas, la pista cuajada de destellos multicolores y garrulillos bailando sus canciones, arrullados por sus gorjeos agudísimos. Los Bee Gees ya habían triunfado en las discotecas de los 60. ¿Quién no ha bailado agarrado canciones tan memorables como «Words», «Holiday» o la tristísima «Quién puede remendar un corazón destrozado» sin ponerse a llorar? Fue Robin Gibb, con su tesitura vocal y su falsete desgarrado, quien las hizo mundialmente famosas.