Moscú
Píldoras de la memoria por José Antonio VERA
Salomon Shereshevsky padecía el extraño mal de no poder olvidar ni tan siquiera los hechos más insignificantes de su vida. En las reuniones no necesitaba nunca tomar notas porque se acordaba perfectamente de cuanto en ellas se hablaba. Poseía una memoria tan impresionante que era capaz de recordar libros enteros, sin fallo o laguna alguna. Su problema, sin embargo, es que no conseguía concentrarse para hacer otras tareas. Era un portento memorístico, pero acabó su vida como un anónimo taxista por las calles de Moscú. Y es que una gran memoria no es sinónimo de éxito. Nuestro hombre padecía lo que científicamente se denomina hipermnesia, o sea, la imposibilidad de olvidar ninguna de las cosas que nos suceden. Algo que en un primer momento parece maravilloso pero que cuando se produce sin ser querido acaba siendo una auténtica enfermedad.
El caso Shereshevsky, igual que otros muchos secuenciados a lo largo de la historia, nos indica que el poder de nuestra mente es casi infinito. El problema está en su control. No tener recuerdos puede ser tan triste como tenerlos todos a la vez, de manera obsesiva e imposible de controlar. Lo ideal sería recordar lo que queremos pero olvidar aquello que no nos hace feliz o nos produce sensaciones traumáticas.
La ciencia avanza tanto que ya se investiga en pastillas –no nutrientes o alimentos sino medicamentos- que potencialmente van a permitir que un cerebro de 60 años funcione como si sólo tuviera 20. Y también incluso en píldoras capaces de ensombrecer los malos recuerdos, aquello que sucedió pero que no nos interesa tener cada día en la mente.
A medida que pasa el tiempo se nos van cayendo algunos de los mitos que sobre la memoria se nos habían instalado en la cabeza. No parece que sea verdad, por ejemplo, lo que se decía sobre que una borrachera destruye de manera total e irremisible buena parte de nuestras neuronas. Nos vamos destruyendo nosotros mismos con la mala vida y con hábitos insanos que nos afectan de diferente manera en general. Pero también se descubre que una vida más sana con abundante ejercicio físico influye en la renovación del entramado celular, incluida la memoria. A menudo los procesos degenerativos son globales y no afectan sólo a un órgano específico. Quien se mantiene en buen estado a los 70 o los 80 años es porque disfruta de buena salud global. Difícilmente la cabeza funciona bien con un hígado atrofiado. Y viceversa.
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