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El FLA y las chucherías por Lucas HAURIE
Terminaremos por revisar hasta conceptos inveterados como «deuda histórica», patrimonio del imaginario sentimental de la izquierda de esta desdichada región. Hasta ahora, aludía a ciertas cantidades que el Estado debía a la comunidad, en virtud de unas cuentas de la lechera, o casi. Desde luego eran operaciones nada científicas (si es que hay alguien que siga considerando a la economía una ciencia) empleadas en política ora como argumento negociador, ora como arma arrojadiza. Según quién estuviese en La Moncloa , porque aquí han estado siempre los mismos y van a amargarnos cada despertar, igual que el dinosaurio a Monterroso. El caso es que la «deuda histórica» ya no es esa amalgama de reivindicaciones inexactas con origen en Alfonso el Casto, parada en el Santuario de la Virgen de la Cabeza y Stazione Termini en la mayoría absoluta de Rajoy. No. Para roncha de las gordas, de históricas dimensiones, la que acaba de enjugar el FLA, heredero del Flagolosina de cuando entonces porque me malicio que Griñán querrá gastárselo en chucherías para los nenes: los chantajitos de sus sindicatitos, las paguitas de sus prejubiladitos, los plusitos de sus enchufaditos y las subvencioncitas de sus amiguitos. En definitiva, lo de siempre cuando un gobernante se ve con los bolsillo llenos. Sobre todo, si el dinero procede de una administración enemiga a la que despachar con un epíteto grueso («fascista» puede valer) si se ponen tiquismiquis con la justificación del gasto y las condiciones de devolución.
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