Copa Confederaciones
Un recorrido de reyes y una fiesta de campeonato
Todo estaba preparado y listo para que el autobús descapotable de los campeones tardara en hacer el recorrido, desde el Palacio de La Moncloa hasta la explanada del Puente del Rey, dos horas. Sin embargo, la incontrolable marea Roja de seguidores de la Selección hizo que la caravana tardara cuatro horas en llegar a la fiesta junto al Manzanares.
Ni un sólo tramo del itinerario quedó vacío. Niños, mayores, españoles y extranjeros esperaron el saludo de los jugadores cantando el «Yo soy español, español, español», «Sí, sí, sí, la Copa ya está aquí» o «campeones, campeones». No importaron las altas temperaturas, ni la espera de horas sin agua; sobre las estatuas, semáforos, grúas y camiones se aguardó el paso del autobús que traía la Copa del Mundial de Fútbol y en el que se podía leer: «Campeones, impossible is nothing (Nada es imposible). El poder de la Roja conquista el mundo». Custodiados por varias dotaciones de Policía en furgonetas y motos, los campeones de Suráfrica bailaron y tararearon el himno de España que sonó en varias calles a su paso. Además, la patrulla acrobática Águila del Ejército del Aire dibujó, a su paso, los colores de la bandera en el cielo de Madrid para unirse a la celebración por la victoria.El momento de mayor aglomeración se produjo en las calles de Princesa y Gran Vía. El autobús apenas pudo caminar ante la gran masa de «devotos» de «La Roja» que quisieron recibir a los 23 héroes. Pasaron por la Cibeles y Neptuno para alcanzar la Ronda de Atocha y en la glorieta de Embajadores dirigirse a Bailén. Muchos de los hinchas corrieron tras el autobús durante gran parte del recorrido, en incluso algunos de ellos hasta la explanada Puente del Rey, cuando ya eran las 23:30.La «Roja» fue recibida por cientos de miles de personas y por la que ha sido la banda sonora del Mundial: el «Waka, waka», de Shakira, que les ha acompañado en el autobús hasta cada unos de los partidos o el «Viva la vida», de Cold Play, que los jugadores del Barça han «exportado» a la Selección. Sin embargo, un sonado «Oé, oé, oé, oé», fue el «grito de guerra» con el que desde el Puente del Rey se homenajeó a los campeones. El aforo del Manzanares, desbordadoNadie quiso perderse ayer la fiesta en el Manzanares de homenaje a «La Roja». Las pelucas, banderas de España y sobre todo, las réplicas del trofeo que el pasado domingo levantó Íker Casillas en Johannesburgo inundaron los alrededores de Puente del rey. «Nos hemos levantado a las seis de la mañana para poder vivir esto en directo», aseguraron Hugo y Alejandro, dos gaditanos del Puerto de Santa María que apenas podían hablar de la emoción. La afluencia superó todas las expectativas y las 150.000 personas que había previsto el Consistorio madrileño se quedaron cortas. Ni un solo alfiler cabía en la explanada del Puente del Rey cuando a las nueve y media de la noche el Ayuntamiento de la capital hizo un llamamiento de emergencia para que no fuera más gente a los alrededores de Príncipe Pío. Las horas avanzaban y ni el sol ni el cansancio pudieron con los aficionados. «No hemos comido ni hemos cenado en todo el día, pero por ver a Villa merece la pena», señalaba Noelia, de 28 años. A partir de las seis y media comenzó un macroconcierto en el que los éxitos de Amaya Montero, Pignoise, Cómplices y David Bustamante se mezclaban con los cánticos de «Campeones, Campeones». «Es una auténtica locura, nunca había visto nada parecido en mi país», reconocía Andrés, un taxista colombiano que ondeaba una bandera de más de seis metros en el centro de la explanada.A pesar de que los campeones del mundo llegaron con dos horas de retraso, ni un solo aficionado quiso abandonar el recinto hasta que celebrar con sus ídolos el triunfo histórico. La gente no paraba de hacerse fotos, bailar y corear el nombre de sus jugadores favoritos. «Oleeeeeeeeee», gritaban un grupo de gallegos que imitaban el gol de Iniesta que dio la victoria a los españoles. Veinticuatro horas después, cientos de miles de personas enloquecieron al ver el autobús de los jugadores aproximarse a la rivera del Manzanares. Once y veinte minutos de la noche, Casillas levanta la Copa del Mundo para dedicársela a todos los españoles. La emoción estalla y los aficionados gritan, se abrazan y hacen sonar centenares de trompetas y vuvuzelas. Y el «¡Sí, sí, sí, la Copa ya está aquí!», sonó hasta la madrugada.
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