España
Pablo Alborán el cantautor antidivo
Sus números son de estrella pero sus maneras no han cambiado tras editar el tercer disco, «Tanto», que presenta en Madrid hoy
Hace mucho tiempo que nadie pronuncia en el sector de la música en España la expresión «séxtuple platino», unas palabras que resuenan como el nombre de un dinosaurio extinguido en la Patagonia. Pablo Alborán lo ha conseguido con sus dos primeros álbumes justo antes de publicar «Tanto» (EMI), su tercer trabajo, sin haber dejado de ser un chico normal en dos años como imbatible «número uno». Está muy bien aconsejado y da la sensación de que no le hace falta. «Si me creyera una superestrella, no sobreviviría. En el siglo XXI, cuando te elevas un poco del suelo, te vas al garete», dice Alborán, con toda normalidad, el día antes de pasarse siete horas seguidas firmando copias de sus álbumes en un cine de Callao, en Madrid.
Antidisturbios en la firma
Ejem, ¿siete horas? «Es que siempre he tenido problemas con las firmas. En tres ciudades ya me ha pasado que se nos acababa el tiempo, pero la gente estaba esperando y cerraban el centro comercial. Y parecía que era yo el que no quería seguir, cuando en realidad quería. En los tres casos hubo malas formas e incluso terminaron llegando los antidusturbios y amenazaban con multarme. Así que para esta vez quería un horario amplio y un espacio suficiente», cuenta con aplomo. «No sé cuántos discos se pueden firmar en ese tiempo. Sólo sé que termino ‘‘espídico'', emocionado. En Málaga estuve hasta las dos de la mañana en unos grandes almacenes que se portaron fenomenal y me dejaron seguir», afirma el cantautor, y se le pone cara de chico perfecto. Sepan que la firma transcurrió, las siete horas, sin incidentes, y que la muñeca de Alborán no se ha resentido.
El malagueño que surgió de YouTube ha permanecido 70 semanas en el primer puesto de la lista de ventas en España y Portugal. Si en el anterior disco la raíz aflamencada se hacía presente, en éste abre el abanico de géneros. Y si entonces hablaba de sus propias experiencias, en éste «un poco, pero menos. Porque, si soy sincero, en dos años no he tenido mucho tiempo libre. Por eso hay canciones que hablan de hoteles, y otras de películas o libros que me han acompañado» en dos años sin casi parar en casa. «Por eso creo que es una consecuencia lógica: en lo musical me he abierto al tango, al fado y a la electrónica en clave Tino Casal. No me preguntes por qué, nunca he escuchado a Casal, pero me lo pedía algo dentro de mí. No tengo ni idea de si le va a gustar a la gente, pero cuando ví a mi sobrina de seis años dando botes, sabía que era bueno». Así que «Tanto», el título del álbum, es «tanto lo que debo, tanto lo que me han dado, tanto lo que me queda por aprender. Es la verdad, no es falsa modestia». Y en cuanto a la temática, «también he intentado darle la vuelta a las canciones de amor. Canto al amor, no tengo problema en admitirlo, pero no he querido caer en la trampa de hablar de las estrellas y la luna. No me gustaría parecer empalagoso ni relamido». En su ADN y en su origen está el flamenco y la «chanson» francesa, pero, ¿qué tiene la música de raíz popular que no tiene el pop? «Creo que el pop se hace para ser entendible. Y el fado y el flamenco, no siempre. Por eso hace falta una disposición diferente para escucharlos». Este chico tiene seso y por eso no se quita de la cabeza la idea de tomarse un año sabático «para estudiar en la Universidad de Berkeley (California)». «Creo que todo está ya inventado, pero me parece muy interesante descubrir en mi forma de cantar los ecos de otros estilos que no son los míos propios», asegura el cantante, que dice estar leyendo «El ritmo perdido», de Santiago Auserón, que explora esas raíces negras de nuestro folclore. «El libro es magnífico, nos lo estamos leyendo todos en casa. Se nota que Auserón es filósofo. He estado en conferencias suyas sobre la música hablada y me quedé fascinado». Por eso el encuentro con Carminho, la fadista portuguesa, fue tan impactante. Y el respeto a su música allí. «Ellos lo saben todo de nosotros y yo era un inculto. De eso se trata, de seguir conociendo».
Dónde: Palacio de los Deportes. Pza. Felipe II. Madrid. Cuándo: hoy, desde las 18:00 horas. Cuánto: 15 euros.
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