Cambios en el PP
Resultado resultadísimo
La cúpula de los partidos es una permanente guerra civil por el poder, una sucesión continua de sordos golpes de Estado en sus cuarteles generales. De qué lado caiga el poder en cada caso depende de innumerables factores –algunos trabajados, otros azarosos– y luego es el resultado el que reescribe la Historia. Porque el resultadismo es parte consustancial de la ciencia política. Y las cifras del 20-N suben por sí solas al estrado. Pese a su mayoría absoluta, Rajoy ha cosechado cuatrocientos mil votos menos de los que Zapatero obtuvo en 2008. Ello no le resta por supuesto ni un ápice de proyección y legitimidad porque los abstencionistas, cuando callan, también otorgan un plus de confianza a los candidatos ganadores que además probablemente ya antes han descontado como tales. Pero si la política económica del PP no da el resultado esperado las cañas podrían tornarse lanzas en 2015.
De momento, Aznar, asomado al balcón de 13TV, que no al de Génova 13, ha advertido que llevará tiempo salir de la crisis. A quien Saturno ha comenzado ya a devorar con saña es al Partido Socialista, obligado a digerir el batacazo, repensar las ideas, soldar una nueva ejecutiva y fraguar un renovado liderazgo. Imposible en tres meses. Cuestión diferente es que el secretario general que surja en febrero pruebe suerte apostando todas las cartas al resultadismo en la confianza de que Merkel prosiga su particular rapto de Europa. El problema para el PSOE es que antes ha de superar en primavera la ruleta rusa de las elecciones andaluzas. Ferraz y San Vicente deben buscar pues con urgencia un providencial Núñez Feijoo porque Griñan no lleva gafas y su miopía le impidió ver la conveniencia de haber hecho coincidir las autonómicas con las municipales de mayo. Ahora no estaría discutiendo con Diego Valderas sobre las dos orillas y su partido, en medio del naufragio, tendría al menos un puerto seguro.
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