Dos Hermanas
Artillería oxidada por Alfonso Merlos
Visto lo visto en Dos Hermanas, el señor candidato se puede ahorrar el resto. El intento sevillano de buscar la gloria, sacudir a la militancia y dar un impulso a la campaña no ha podido ser más patético en las formas ni más indigno en el fondo.
Los toreros de éxito del socialismo se han revolcado precisamente en el ejercicio de recuperar sus grandes hits. Y no han defraudado a los suyos, o sea, a los que entienden la articulación de la vida pública como una gimnasia sectaria y tontorrona cuyo objetivo palmario debe ser liquidar y ridiculizar a la derecha.
En la carrera preelectoral del PSOE faltan ideas y sobran insultos; escasean los argumentos y empalagan los chistes, que además son flojos y sólo provocan la carcajada a los de carné. Y lo que sigue sin aparecer es la dignidad. Porque es de una indignidad abrasadora que, mano a mano, González y Guerra utilicen a los asesinos de ETA para arañar unos votos: que hablen de un inexpugnable Rubalcaba que no ha sido tal; que festejen una derrota del terror de la que no hay noticias; que se mofen de una víctima de estas sabandijas como José María Aznar; que denuncien, con muy mala baba, la presunta incomodidad de Rajoy ante el cese de la violencia.
España no está para tomar lecciones de los que intentaron vapulear etarras a cañonazos. Ellos sí se comportaron como la mafia, aunque para estas jóvenes promesas que fingen derretirse ante Rubalcaba ya se sabe que no hay mayores delincuentes que los de Lehman Brothers.
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