Málaga
La baronesa Thyssen solidaria por la crisis por Jesús MARIÑAS
Fue un todos a una con Plácido. La Reina y Doña Pilar estaban flanqueándolo, porque el Rey no fue a última hora.
La esposa del tenor volvió a mostrarse poco simpática con los medios allí concentrados para celebrar los 70 años del madrileño universal. La postura de Marta Ornelas no se sabe si es timidez, rechazo o ganas de no querer verse. Que todo podría ser y entonces habría disculpa a su desabrimiento, tirando siempre del complaciente marido que, finalmente, paró, la soltó y posó en solitario.
Por otro lado, Ángela Gheorghiu, aunque descolgada de las actuaciones, estuvo sentada en la fila 9, butaca de pasillo. No dejó de plasmar en su móvil lo más significado del bien medido concierto: recogió las ovaciones al rotundo Bryn Terfel, el dramatismo de Dolora Zajick como princesa de Éboli y la revelación-consagración del medio español Erwin Schrott en «Don Giovanni», un barítono prodigioso de gran vis. Pero la Ghiorghiu no sorprendió con sus gestos de diva decimonónica, sino vistiendo un ligerísimo traje de gasa turquesa. Era tan transparente que remarcaba sus braguitas sobre las sandalias doradas.
No sé cómo saldría la baronesa Thyssen tras su insólita reunión con las ministras Salgado y Sinde –la responsable (?) de los dineros públicos iba floreada, y la de Cultura con capa a medio muslo cerrada con broche «decó» en metacrilato–.
«Sinde me llamó ayer, invitándome "para hablar tranquilas"», me dijo Tita antes de entrar mientras tomaba un café con leche. Repasé su vestido crema muy descotado, las sandalias recubiertas de pedrería con talón al aire, el rebozo-gabardina y unos enormes pendientes que mezclaban diamantes y perlas. «Tengo la intención de dejar un año más y gratis, por la crisis, las obras que presté. A ver qué sale. Málaga y Sant Feliu funcionan mucho mejor», espetó la baronesa ante los elegantes marqueses de Santa Cruz, un Rodrigo Rato embobado con Mozart y Lehár, Pilar del Castillo, fiel a su orientalismo indumentario, un barbudo Jaime Aragall y la imponente Elena Obraztsova, que destacó por su abrigo de astracán beige. Sólo algunos desplantes empañaron la gala porque son propios de gente de otra época.
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