«Potiche mujeres al poder»: Deneuve «camp»

La complicidad que François Ozon establece con Catherine Deneuve es la responsable del éxito de «Potiche. Mujeres al poder». Por un lado, la diva del cine francés, que está de vuelta de todo, aprovecha la ocasión para deconstruir su imagen, recuperando el espíritu del cine de Demy, tierno pero irónico, a la hora de encarnar a esa señora florero que toma las riendas de su vida al descubrir su talento como empresaria en tiempos tan sindicales como los años setenta. Por otro, el director se divierte de lo lindo jugando con los tópicos del teatro de boulevard para retomar su interés por revelar la hipocresía de la dinámica familiar que, desde «Sitcom» hasta «Ricky», ha organizado parte de su filmografía. El resultado da sentido al término «camp», en el que piensas de inmediato cuando ves a la Deneuve haciendo footing con un chándal rojo y sonriendo ante un cervatillo.

Desde la frivolidad más abiertamente autoconsciente, Ozon no se olvida de que su fábula feminista habla de la lucha de clases, y de la posición que en ella ha ocupado el mal llamado sexo débil. Ozon repara la vacía teatralidad de «8 mujeres» en una puesta en escena que parodia la rigidez de la burguesía francesa para filmar, también, cómo una estrella descubre su sentido del humor.