Hollywood

«The swell season»: Después de la música y el amor

Dirección: Kevin MacDonald. Intervienen: Rita y Ziggy Marley, Jimmy Cliff, Lee Perry. EE UU-Gran Bretaña, 2012. Duración: 144 minutos. Documental.

«The swell season»: Después de la música y el amor
«The swell season»: Después de la música y el amorlarazon

Hace seis años, «Once (Una vez)», una pequeña película, una tierna película acerca de la música y la pasión, triunfaba en medio planeta y, de paso, obtenía un Oscar al mejor tema original. Sus jóvenes protagonistas, Glen Hansard (irlandés) y Markéta Irglová (checa), se enamoraron en serio tras aquel rodaje, una historia con muchos altibajos (Markéta está cansada de la gira interminable, para ella esa no es una existencia feliz ni completa) y que plasma ahora el documental «The swell season». Las relaciones sentimentales siempre resultan complejas, y más, si deben convivir con asuntos tan peliagudos como el éxito y la fama (en los circuitos «indies», antes y después de los conciertos, ambos son aclamados, queridos y asediados igual que estrellas de Hollywood, e incluso los jóvenes tatúan los nombres de ambos en sus brazos delgados). Pero hay más, siempre en un nostálgico blanco y negro: el testimonio de quienes los rodean, desde el mánager, la madre del chico, el técnico de sonido o el rudo progenitor de Glen, un ex boxeador gordo y alcohólico (que interviene o inspira varias de las mejores escenas de la cinta); las dudas de él cuando piensa que no ha dado lo suficiente en el escenario, cuando ha bebido demasiado la noche anterior y cree que tiene la voz rota, frágil; las risas de la pareja (y la eterna pregunta: ¿por cuánto tiempo aún?) al descubrir que por el cartel de la anterior película han pasado un salvaje photoshop que incluso alarga las piernas, enlaza manos y quita sombreros de enmedio... Hay sensibilidad y ganas de conmover al espectador, hay una pena tenue pero evidente porque, en el fondo, todo lo bueno se acaba en esta vida o lo terminan acabando los demás. Y hay, claro, una admiración profunda por Gler y Mar, así la llama, que el público debe compartir con fe para que olvide algunos lapsus narrativos, algunas carencias, y la cinta crezca. Aunque, sólo por oírlos cantar, muchos pagarán la entrada gustosamente.