Badajoz

Crímenes para vengarse de la crisis

Para Miguel Delibes el progreso hacía cada día «más tupida la cortina que separa al hombre de las exigencias primarias de los instintos». Necesitaba cazar. Sentirse paleolítico, respirar aire puro y hacerse con unas buenas perdices que le darían de comer. Así, en su condición de animal de asfalto, podría después regresar a la civilización en equilibrio.

LOS VECINOS DE Olot se volcaron el pasado viernes en el funeral de las víctimas Joan Tubert y su hijo
LOS VECINOS DE Olot se volcaron el pasado viernes en el funeral de las víctimas Joan Tubert y su hijolarazon


A Pere Puig se le olvidó separar escenarios. Ni quiso. El pasado miércoles, como si fuera a recorrer los gélidos montes del Valle d'en Bas, se vistió de caza y, cuando tuvo el objetivo delante, desayunando en el bar La Canya del municipio de Olot (Gerona), colocó el ojo delante de la mirilla del rifle y apretó el gatillo. «Estoy satisfecho», se relajó, en ese estado de gloria que siente el cazador, cuando por fin se reconcilia con la pieza que le ha «mareado» una jornada entera. En el caso de Pere, fueron varios años «dominado por una serpiente».

Cuatro disparos, cuatro víctimas. Desde la matanza de Puerto Hurraco (Badajoz) en 1990 –nueve personas fueron asesinadas tras 30 años de rencillas familiares– España no había sido la palestra de un crimen de tal envergadura por un ajuste de cuentas económico.

La crisis añade homicidios
Según un reciente estudio de la revista «The Lancet», los homicidios en los países afectados por la crisis han incrementado un 0,80 por ciento por cada 1 por ciento del aumento de desempleo. Y, aunque España es un país pacífico como demuestra el estudio del Índice Global de la Paz –elaborado por la revista británica «The Economist» con el apoyo de un grupo internacional de expertos, entre otros los premios Nobel Kofi Annan o el arzobispo Desmond Tutu–, en el que nuestro país ocupa, de 144, el puesto 24 entre los menos violentos, el mismo informe destaca que los países de la Unión Europea más endeudados, Portugal, Irlanda, Grecia y España, son los que han visto un mayor deterioro en su situación de paz, seguidos de los principales territorios emergentes. «La economía global sigue tambaleándose y los datos de este año muestran una intensificación de los conflictos vinculados con el revés que comenzó en 2008, cuando numerosos países presenciaron notorios incrementos en las tasas de homicidios y manifestaciones violentas», añade el documento.

¿Qué puede inducir a una persona como Pere Puig, albañil de 57 años de edad, que vivía con su padre viudo en un pueblo de San Esteve d'en Bas, sin antecedentes penales de ningún tipo, a descargar su rifle contra cuatro personas por un problema económico?

«Todo el mundo ha tenido alguna vez fantasías con matar a alguien», comenta el psiquiatra José Miguel Gaona, quien fuera responsable del área de salud mental en la guerra de Bosnia para la ONG Médicos del Mundo. «En situaciones desesperantes se pueden producir trastornos psicóticos y de ruptura con la realidad». Pere sabía que sus jefes de la Constructora Tubert, Joan Tubert y su hijo Ángel, pasaban por «dificultades económicas serias» y que una persona les debía 60.000 euros. Pero, según él, le iban a echar. Y le debían el sueldo desde mayo.

Había que terminar con esa serpiente que lo oprimía. Y con Anna Pujol y Rafael Turró, trabajadores de la sucursal bancaria de la Caja de Ahorros del Mediterráneo. Le indicaron que el talón no tenía fondos al cobrar el finiquito y debía 5.500 euros de la tarjeta.

Posiblemente fue el pasado viernes, lejos de la naturaleza y sin su traje de Rambo –personaje del que solía disfrazarse, al igual que de «sheriff»–, cercado entre las paredes de la sala de juzgados, cuando Pere se acordó de que hay unas reglas que respetar. «Estoy arrepentido», manifestó.

El psiquiatra Luis Caballero realizó una investigación en el hospital madrileño de la Paz, entre los pacientes atendidos desde 2007 hasta 2009, y percibió que, en plena crisis económica, se registró un incremento del casi 50% de enfermos. Para el también psiquiatra Javier de las Heras, la coyuntura económica puede generar en las personas una situación de estrés y de disminución del control de los impulsos que, en el caso de Pere, desemboca en una reacción agresiva. «Tenía un componente de justiciero; el hecho de que acostumbrara a vestirse de Rambo y fuera con pistolas de mentira lo indica, y eso puede provocar que en un momento crítico sufra un trastorno de personalidad», explica.

«Llegas a pensar que no vales»

«Menos mal que a mí me ha dado por la depresión», comenta Lola Sanz, comercial, tras escuchar la noticia. Lola lleva tres años trabajando en una empresa madrileña. «Desde que entré me prometieron que me iban a promocionar, y lo hicieron pero sin subirme el sueldo, mientras que a los demás sí. Se justificaban diciendo que, estando en crisis, agradecida tenía que estar por tener trabajo». La comercial cuenta que, por carácter, es perfeccionista y seguía haciendo las cosas bien. «He estado con tratamiento psiquiátrico porque llegas a pensar que no vales nada, se va erosionando tu imagen y te ves como una mierda. Pienso que si, además, tienes problemas en la vida el trabajo los acrecienta mucho». Gaona utiliza la metáfora de la mesa para explicarlo. «Cuantas más patas tenga tu mesa mejor puedes afrontar un embate. Cuando viene la marea, las de tres se tambalean antes que las de ocho». Una de las patas que faltaba en la vida de Pere podía ser la personal. Nunca había tenido pareja sentimental ni hijos, y una camarera le dio recientemente calabazas.

Preso de celos, pensó en terminar también con la vida de Marcelino, electricista y compañero suyo de la empresa, ya que éste había puesto el ojo en la misma mujer. Y, además, según sospechas de Pere, el jefe de la Constructora Tuvert, a la que el albañil había dedicado 13 años y no le pagaba, le costeaba por el contrario la comida a su adversario. La otra pata rota podría ser la de los complejos. Abandonó los estudios a los 14 años. «Yo soy de pueblo y tonto, pero a mí no me toman el pelo», declaró antes del crimen.

«He llevado 500 homicidios y te puedo decir que no hay dos iguales», comenta José Cabrera, psiquiatra especialista en medicina forense. «Intentamos agruparlos pedagógicamente porque no hay un rasgo común. El gallego no tenía una familia detrás, se sentía humillado y no le pagaban».

«Suicidio ampliado»

Otra reacción trastornada en un momento de crisis es la del «suicidio ampliado». Matar por compasión. Sucedió hace dos años en Yecla (Murcia), cuando un albañil de 43 años, cual Magda Goebbels, asesinó a su mujer e hijos al no poder afrontar los gastos de la casa, por pensar que no podrían sobrevivir. Luego se suicidó.

«No hay que ser alarmista, son hechos puntuales», explica Cabrera. «En EE UU sucede que, cuando se ven estos sucesos en televisión en fin de semana, la semana siguiente se duplican los homicidios. Y también sucede, en menor cantidad, si son ficticios, en series televisivas».

Delibes encontraba su equilibrio reconciliando su esencia animal con su condición de ciudadano. Quizás haya fórmulas mejores que la de Rambo o la del «sheriff» para encontrar la justicia. «Yo me he animado a denunciar a mi empresa», dice Lola, que sigue yendo a trabajar. «Dentro de poco empezarán los juicios».


Con un rifle de safari y vestido de caza mayor
Antes de cometer sus crímenes, Pere Puig se cambió de ropa. De acuerdo con su declaración judicial, se vistió de «caza mayor». De sus dos armas –un rifle y una escopeta– escogió el primero, un Browning FN Safari 338, de casi cuatro kilos de peso y 1,14 metros por varios motivos. Por un lado, estaba más familiarizado con el rifle, y lo tenía más a mano (lo llevaba en su vehículo). Pero, además, «sabía que el rifle era más potente y que hacía más mal». En concreto, tiene un alcance efectivo de 800 a 1.000 metros. A algunas de sus víctimas les disparó a tan sólo tres metros de distancia.