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La distribución: la fiel infantería por Jordi Dolader

La Razón
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Ha vuelto a pasar. Siempre en último lugar en cuanto a la atención de su reconocimiento retributivo y, sin embargo, siempre en primera línea en lo referente a dar la cara frente a los consumidores en lo referente a la calidad del servicio. Estos últimos días se han vertido ríos de tinta tratando de proponer soluciones al intrincado bosque de la situación del sistema eléctrico español y, ciertamente, los argumentos a favor de todos los aspectos no han faltado ni han sido parcos en sus exposiciones.

A favor y en contra de la quita, de más impuestos a ciertas tecnologías de generación, de la moratoria a las renovables, del céntimo verde, de la senda de subida de las tarifas de acceso y de un largo etcétera. En algo hay acuerdo casi unánime: existe un exceso de capacidad en la oferta, por lo que seguramente no será necesaria nueva inversión hasta dentro de unos cinco a diez años, supeditado a la rapidez y sostenibilidad en la recuperación económica.

La capacidad en la actividad del transporte eléctrico no presenta tampoco grandes déficits en el mercado ibérico, salvo alguna situación concreta, y donde adolece claramente de falta de capacidad es en la interconexión transfronteriza hispano francesa que, si bien está aparentemente en vías de solución con el inicio de la construcción del nuevo enlace Santa Llogaia–Baixas, al ser una línea subterránea en corriente continua no es un verdadero enlace que incremente la presencia europea en el mercado ibérico, sino que es una manera de controlarlo frente a los intereses del vecino del norte.

Al lado de este balance excedentario, coexiste otra realidad mucho más ajustada como lo son las redes de distribución eléctrica. La actividad de distribución es la que el consumidor final percibe como la resultante del conjunto del sector. La calidad del servicio en lo referente a su continuidad y a la calidad del producto ofrecido (tensión, microcortes, oscilaciones, etc.) se «fabrica» en los últimos kilómetros de las redes de distribución en media y baja tensión. Históricamente, se le ha reconocido a la actividad de distribución un déficit en su retribución, y la regulación que se ha utilizado no ha demostrado ser lo «eficaz» que ha sido en otros casos como el transporte o las primas a las renovables.

Conceptos como planes de mejora de la calidad del servicio, gestión de la demanda y redes inteligentes (smart grids, en inglés), reducción de pérdidas técnicas, han tenido partidas presupuestarias que ha iniciado desarrollos que se verán abocados al fracaso más estrepitoso, si como propone la CNE, el regulador energético independiente, en su informe sobre el sector energético, se insiste en reducir su retribución

Si algo no nos podemos permitir es condicionar el futuro de nuestra sociedad. Esta, sin duda ,demandará de la red de distribución, si no lo está haciendo ya, nuevas prestaciones en un mundo más electrificado, para atender nuevas cargas como la del coche eléctrico, la generación distribuida y el autoconsumo, soportadas en redes inteligentes, y dispositivos de telemedida y telecontrol. Por todo ello, se envía una pésima señal al sector, que tendrá su manifestación en el esfuerzo inversor, en la suficiencia y calidad de suministro, en el retraso en la modernización y adaptación de las redes a las nuevas prestaciones de servicio que se proponen.

 

Jordi Dolader
Presidente de AF Mercados EMI y ex consejero de la CNE