Sevilla

El agua barre la Andalucía imparable

La Razón
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Si ustedes imaginaban que no se iba a producir nuestro tradicional artículo dedicado a las riadas, como se dedican pestiños a la Navidad, no desesperen porque ya lo tienen aquí. Lo que hasta ahora sabíamos es que Andalucía era imparable, pero cosas como ésta nos reconcilian con el oficio y nos demuestran que además Andalucía es también muy repetida. Con la recurrencia cíclica de las estaciones y del calendario, la gente pierde sus casas, se le empapan los muebles y se ahoga en los charcos, mientras los periodistas acudimos a contarlo por enésimo año consecutivo. Nuestra gran suerte es que no llueve como en Vigo ni hace frío como en Huesca porque, si no, lo tendríamos todo en este mismo rodal sin salir siquiera de los límites imparables que vende nuestra política. Por eso, aunque ya lo contamos el año pasado y por si alguien no se había enterado, volvemos a dar testimonio de que se nos han arriado Córdoba, Sevilla, Jaén y Cádiz y cualquier otro sitio que tenga cerca algún río o donde hayan caído tres gotas seguidas de agua. Y con la misma impotencia de cada año, vemos cómo la Andalucía imparable de la Junta es barrida en un santiamén por la corriente de las tormentas y nos baja los humos para ponernos al nivel del tercer mundo y a la más baja cota del Guadalquivir. No hay diferencias entre esto y Bangla Desh, con la salvedad hecha, por supuesto, de que allí no nos cargan tanto con los éxitos de su progreso.
De camino, nos enredan con las alertas, con sus planes de emergencia y con el teórico control efectivo de la situación, pero todos sabemos que lo que ocurre es que no tienen ni idea de lo que se traen entre manos ni son capaces de poner remedio a ningún desastre. Andalucía se arría cada vez que llueve porque hace aguas por todas partes y porque la ineficacia de sus gobernantes se demuestra en el invierno de la misma manera que en el verano. Eso es todo. La Delegación del Gobierno pone para disimular un «Puesto de Mando Avanzado» en Lora del Río, que es como enviar un embajador chino a Canarias, pero es incapaz de eliminar, tras más de un año, las casas ilegales que se inundan. Nos hacen piruetas con las palabras, pero la gente igualmente sale llorando en la televisión para enseñarnos su triste colchón sobre las aguas y dejar claro lo pobres que son los andaluces. Año tras año. Esa misma cíclica Andalucía imparable que se va por los husillos camino del mar.