José Enrique Campillo: «La dieta austera alarga la vida»

–«¡Adelgaza!». Dicho así, parece una orden...
–Es una sugerencia. La obesidad es la madre de todas las enfermedades.
–Subtítulo: «Adelgaza sin que te tomen el pelo ni te quiten la salud».
–Mi libro es una especie de «Indignaos» dietético. Nos toman el pelo si nos dicen que podemos adelgazar sin dejar de comer y sin hacer ejercicio.
–Ya: es imposible adelgazar sin sacrificio...
–Sí, como aprender inglés sin esfuerzo. Gastamos más en dietas milagro, cremas adelgazantes, etc., que en material escolar.
–También gastamos mucho en comida basura...
–Más que comida basura, hay alimentación basura. Lo malo es comer sólo hamburguesas o salchichas o pizza. Hay comer de todo, variar.
–Dice que hay que huir de las dietas rápidas como de la peste...
–Sí, porque el organismo no está diseñado para perder más de 50 gramos diarios. Hay que darle tiempo al organismo a adaptarse.
–Pero mucha gente, incluso muy culta, sigue esas dietas mágicas...
–Como siguen picando con el timo de la estampita aun después de la película de Tony Leblanc. Nos gusta creer en los milagros.
–Me han hablado muy bien de la dieta de la alcachofa...
–Es muy buena para quien la anuncia.
–Y de la dieta del pomelo...
–Ojo: tiene una sustancia que inhibe las funciones del hígado. Puede potenciar por 15 el efecto de los fármacos.
–Ser delgado y joven: ahí tiene la nueva religión.
–Sí, la gente se niega a envejecer. Antes, por los muchos achaques, la muerte era casi una liberación. Hoy se llega muy bien a edades avanzadas.
–Todo por la salud y la apariencia. ¿Es el nuevo sentido de la existencia?
–Sí. Pero el aparentar viene del paleolítico, desde que nos colgamos un hueso al cuello. Y el piercing es de lo más antiguo.
–Dicen los científicos que comer poco es lo ideal...
–Sin duda: la dieta austera alarga la vida. Nos mata el exceso de dulce.
–A ver si va a resultar que los que provocaron esta crisis que lleva a la austeridad pensaban en nuestra salud...
–No, pensaban en la suya, en su placer, en su bienestar.
–Y en que íbamos a seguir picando con el timo de la estampita...