Buenos Aires
Final simbólico
El Teniente General Jorge Rafael Videla (en Argentina son obligatorios dos nombres y sólo el apellido paterno) fue el coordinador del Proceso de Reorganización Nacional mediante el golpe militar del 24 de Marzo de 1976, junto a sus triunviros: el almirante Emilio Eduardo Massera y el brigadier (teniente general) del Aire Orlando Ramón Agosti. Secuestraron a la entonces presidenta Isabelita Estela de Perón trasladándola en helicóptero desde la terraza de la Casa Rosada a una residencia militar en la Patagonia hasta que le permitieron exiliarse en España.
El triunvirato con Videla como Jefe del Estado desató el horror hasta 1983 haciendo uso común de los «chupamientos» (desapariciones), asesinatos sumarios, tormentos inéditos entre los que brilló «la picana» (punta eléctrica con la que se arrea al ganado), robo de bebés para conmilitones estériles y un saldo estimado de treinta mil argentinos arrojados al Atlántico Sur, en tumbas NN (Ningún Nombre). Un caso con testigos sobrevivientes: una joven embarazada es condenada a muerte; pare en miserables condiciones, le patean el vientre para que expulse la placenta, le hacen fregar la celda de sus propias entrañas, le dan un tiro en la nuca y entregan el recién nacido a un policía federal implicado en la represión.
Videla nació en Mercedes, a 100 kilómetros de Buenos Aires, hijo de un teniente coronel. Clase media baja y buen expediente en la Escuela Militar; sexto entre 196. Católico integrista, casado con la hija de un embajador y con ocho hijos. Ni brillante, ni carismático. Impávido, tieso como un huso, afásico, flaco hasta dibujársele la calavera, con un espeso bigote que le borra el rictus de los labios, pronto el humor porteño le en-dilgó por mal nombre «la pantera rosa» porque emanaba un aura de estupidez congénita.
Recibía a peticionarios desesperados indagando por hijos, hermanos, o madres, mientras rezaba el rosario (o fingía). Razonaba que habían sido asesinados por sus compañeros de insurgencia, secuestrados por parapoliciales que él no controlaba, escondidos o huidos del país. Su ordenanza no era ambigua: «Mátenlos a todos, pero sean prolijos».
Antes de regresar a Washington el embajador estadounidense Robert Hill le trasmitió un mensaje verbal de Henry Kissinger: «Si tienen que seguir matando háganlo, pero rápido, antes de que llegue Carter». Regía entonces la Doctrina de la Seguridad Nacional para el subcontinente americano y políticos y generales estaban convencidos de estar librando la III Guerra Mundial contra el comunismo. Ajeno al mundo, retraído, distante, «la pantera rosa» organizó un Ejército subterráneo, sin uniforme, sobre la base de los servicios de inteligencia militar y policial expandiendo cementerios secretos por todo el país.
Restaurada la democracia con la Presidencia de Raúl Ricardo Alfonsín, la Sala de Crimen de la Cámara Federal le condenó a cadena perpetua (en Argentina, paradójicamente, no hay pena de muerte) por violación de los derechos humanos, asesinato, tortura, privación ilegítima de la libertad, robo, desnudos públicos y vandalismo, siendo expulsado del Ejército. Por edad (tiene 85 años ) estaba en prisión domiciliaria y atendía en pijama porque no soportaba vestir de civil. Por otras causas documentadas ha recibido una segunda perpetua y como su legajo no está cerrado le puede caer una tercera si Dios le da vida. Massera, «El Negro», también con perpetua, demenció en su casa y murió en noviembre de un derrame cerebral. El triunviro Agosti fue mosca en un vaso de leche: no pudieron probarle ordenar ninguna muerte y recibió cuatro años y seis meses. Murió en octubre de 1977. Los aviadores cometieron infamias, pero fueron remisos a enfangarse prefiriendo que el Ejército y la Armada corrieran con el grueso de la matanza.
Simbólicamente, Argentina está en punto final aunque queden causas pendientes y cadáveres por aparecer.
El 25 de abril de 1995, el Teniente General Martín Antonio Balzá, con todas sus condecoraciones, se presentó en un programa de televisión y como Jefe del Ejército pidió perdón al pueblo argentino: «Nadie está obligado a cumplir una orden inmoral». A Balzá, actual embajador en Colombia, lo expulsaron del Círculo Militar.
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