Cirugía
«Tranquila no perderá la voz»
La neuromonitorización permite al cirujano, a través de un monitor, obtener un seguimiento visual y auditivo a la hora de localizar los nervios de las cuerdas vocales y evitar dañarlos. Se emplea con éxito en las operaciones de cabeza y cuello
Santa Rodríguez tiene 48 años, pero desde hace 14 padece problemas de tiroides. En concreto, tiene un bocio multinodular que, además, «me produce una sensación de ahogo, molestias al tragar y la sensación de tener un cuerpo extraño alojado en el cuello». El fin de su sufrimiento arrancó en octubre de este año cuando su endocrino le recomienda que lo mejor es pasar por el quirófano para extirparle el bocio y así evitar que los nódulos que tiene en ambos lóbulos tiroideos no aumenten, sobre todo el del lado derecho que, en el último año, ha crecido un centímetro. Una vez decidida, Rodríguez visita al doctor Manuel Durán Poveda, coordinador de la Unidad de Cirugía Endocrina del Hospital Universitario de Fuenlabrada, quien le explica en qué consistirá la cirugía. Lo que Rodríguez desconocía es que, por su historia clínica, había sido seleccionada para que en su operación se emplease la neuromonitorización, una novedosa técnica que permite la identificación de los nervios motores en riesgo y ayudar a reducir un posible daño en los mismos.
Extirpación total
Lo primero que Durán explica a Rodríguez es que «se le va a extirpar toda la glándula tiroides para evitar que el nódulo siga creciendo y empeore la sintomatología».Cuando Rodríguez escucha la palabra «extirpar», le pregunta al doctor si ella puede vivir sin esa glándula, a lo que Durán, de forma tajante, le responde que «perfectamente, aunque tendrá que sustituirla por una pastilla de hormona tiroidea al día y someterse a análisis de sangre periódicos para ver el nivel de dicha hormona». Al tratarse de una cirugía de cuello, Durán no esconde su complejidad y, por tanto, le explica a la paciente los posibles riesgos de la intervención. En primer lugar, «cuando realizamos una tiroidectomía corremos el peligro de extirpar o lesionar la glándula paratiroidea, responsable de regular el metabolismo del calcio, aunque siempre intentaremos no dañarlo. En el caso de que ocurriera se produciría un hipoparatiroidismo por lo que tendría que suplir la actividad de esa glándula mediante una medicación oral de calcio».
Pero, sin duda, la complicación más seria, además de una posible hemorragia e infección, reside en lesionar el nervio recurrente que, según Durán, «es el que posibilita que la paciente pueda hablar y respirar. Al estar en íntimo contacto con la glándula toriodes se puede lesionar con relativa frecuencia». El espectro de lesión es muy variable: «Desde una sensación de ronquera o afonía durante el postoperatorio que después se recupera, hasta una parálisis de ambas cuerdas», advierte el cirujano.
Por sistema, antes de la operación hay que buscar esos nervios, una ardua tarea porque presentan el tamaño de un pelo. Afortunadamente, gracias a los avances tecnológicos, Durán afirma que «tenemos la posibilidad en quirófano de no sólo buscar ese nervio, sino estimularlo, y es lo que se denomina neuromonitorización».
Con una mezcla de miedo y de curiosidad, Rodríguez le pide al cirujano que le explique en qué consiste esa técnica que va a emplear en su operación. En primer lugar, expone Durán, «la técnica se realiza con anestesia general y justo cuando estamos operando identificamos ese nervio para poder estimularlo. Es decir, si yo estimulo ese nervio, el músculo se va a contraer contra un electrodo y así obtendré de forma inmediata una imagen audible y una respuesta electromiográfica de ese nervio». Y es que, continúa el doctor, «cuando estimulo el nervio derecho obtengo una señal acústica y una onda que corresponde con la contracción de la cuerda vocal derecha. Éste es el patrón normal y lo mismo se haría con el nervio izquierdo. Este registro lo hago antes de empezar la cirugía y cuando acabo lo repito, de manera que debo obtener la misma respuesta en ambos casos. De esta forma, en el post operatorio inmediato tendré la satisfacción de comunicarle que el funcionamiento de ambas cuerdas vocales es normal».
¿Y después qué?
Para tranquilizar todavía más a su paciente, el cirujano le recuerda que, «además de que el postoperatorio es muy bueno y que apenas tendrá dolor, casi no se le verá la cicatriz porque aprovecho una línea de la arruga del cuello y hago una incisión muy pequeña, de apenas cinco centímetros». Pese a la aparente complejidad de la intervención, «si todo va bien, en 48 horas se le dará el alta y si el análisis de anatomía patológica nos confirma, a los diez días de la intervención, que el nódulo es benigno, al mes le daré el alta y tendrá que seguir, en un futuro, con los controles hormonales», concluye Durán.
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