Los Ángeles
Dudamel: brillante no más
Ciclo Juventudes Musicales«Sinfonía n.9», de Mahler. Orquesta Filarmónica de Los Ángeles. Gustavo Dudamel, director. Auditorio Nacional. Madrid, 23-I-2001.
Reciente está todavía el Concierto de San Silvestre de la Filarmónica de Berlín con Gustavo Dudamel y Elina Garanca en el que lo español –«Sombrero de tres picos», «La vida breve», «Los hijos del Zebedeo»– brilló por todo lo alto. Pero también, como hándicap para el venezolano, está la inolvidable «Novena» de Claudio Abbado con la Orquesta del Festival de Lucerna en la Ibermúsica madrileña. Al dirigir esta obra, Dudamel es discípulo de Abbado y se nota que de momento es sin duda un aventajado si se quiere, pero, a fin de cuentas, un discípulo.
Cuando no se ha llegado a los treinta años es bastante difícil ser responsable de formar orquestas, ampliar repertorio aprendiendo y madurando partituras, estar en la brecha mediática, etcétera.
Atreverse a esta edad a dirigir la última sinfonía completa de Mahler no deja de ser una provocación innecesaria, sobre todo cuando se llega a esta cima de la historia de la música saltándose unas cuantas de las sinfonías anteriores del mismo autor. Y es que una cosa es ser brillante y otra ser capaz de plantear un discurso sólido en su conjunto, atento a los detalles y profundo. A la Filarmónica de Los Ángeles, que es una buena orquesta pero sin llegar al nivel de la de Lucerna, le sacó brillantez, y de ahí que posiblemente alcanzase uno de los mejores momentos en el tercer tiempo, después de pasar de puntillas por primero y segundo, a los que quiso imprimir una innecesaria y poco lógica lentitud solemne.
De menos a más llegó al cuarto tiempo, donde subió muchos enteros con una lectura sobria y seria, seguida con el público con mucho más silencio del que acompañó a Abbado, aunque no lograse del todo la continuidad emotiva. Hay material, pero todo requiere su tiempo.
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