África

Cataluña

Frío y caliente por Joaquín Marco

La Razón
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¿Es posible tratar o comentar algo distinto a la situación económica de este país o a la mundial? Debería serlo, pese a la presión mediática que día tras día nos perturba. Pero admitamos que resulta muy difícil, en tiempos de canícula, levantar cabeza en este mar al que sucumbimos. La Europa económica o de los mercaderes sigue siendo un tobogán por el que nos deslizamos hacia nadie sabe dónde, porque la idea de la Europa unida ha resultado ser tan sólo un deseo utópico para un futuro –de alcanzarse– que deberíamos aplazar siglos. Alemania, nuestra socia, quiere una Europa que la apoye en los momentos difíciles (que los tuvo y no hace tanto), pero se ha negado a cualquier ayuda cuando estima que no le conviene. Esta semana, no más decisiva que otras que también lo fueron, es de impasse hasta hoy mismo; es decir, que nos llega el calor puntual de Mario Draghi, de un BCE que parece enternecerse y dice que defenderá el euro a ultranza y, a continuación sale el malo de la película, Wolfgang Shaüble, que defiende los valores que sustentan a la sociedad alemana de hoy mismo: ni un euro del BCE para los países en dificultades. Debe opinar que ellos se las han buscado. Tampoco le importa, a corto plazo, que retrocedan medio siglo. Cuando nos convenga, rumia, –y será a no tardar– los necesitaremos a nuestro lado, pobres, mondos y lirondos. El problema es que los esqueletos tan sólo sirven para estudiar anatomía ósea. Y así andaremos dentro de poco, en los puros huesos. Díganselo a la ya acordada Grecia de hoy, resultado de tantas condescendencias de la banca alemana y francesa.

Monti, Hollande y Rajoy se han convertido en una pesadilla para doña Angela. Monti pasó a ser durante unos días el correo del zar, yendo de una cancillería a otra; el estadounidense Timothy Geihner viajó hasta la cueva para hacer comprender al dragón que la princesa, entiéndase Obama, necesita también contentar a sus feligreses. Rajoy ha esperado, en la sombra, a la gallega, la visita de Monti. Europa, cabe admitirlo, es un galimatías y el mundo global un estercolero. Contemplamos impávidos la mala suerte de Siria sin mover un dedo. Ahora nos damos cuenta de que el Norte de África y sus liberaciones se han convertido en un foco de problemas. Y entre ellos está también Irak, que apenas si se menciona. El fanatismo islamista avanza, mientras los estrategas estadounidenses se entretienen bombardeando a distancia a los afganos que observan y deducen los que parecen talibanes. Se ha perdido el respeto a los EE.UU. y Asia sigue siendo un mundo ajeno a las mentalidades europeas. Salvo para la defensa de los intereses económicos nacionales, aunque Monti haya convencido hasta a los finlandeses, el resto del europeísmo la han borrado los mercaderes. Ni Santayana, ni Ortega y Gasset, ni E. d'Ors, ni De Gaulle, ni Shumann, ni Camus o Churchill se han reproducido. El silencio intelectual acerca del proyecto de una Europa federal o unida o con personalidad propia es abrumador. Claro está que en tiempos de escasez no pueden pedirse milagros. Y ésta va por barrios. Porque el invisible Rajoy debe lidiar en el interior de España nada menos que con el mismo proyecto fundador ¿Somos o no somos la España de las autonomías?¿Son éstas Estado o no lo son? ¿Están los ministros por encima de los presidentes autonómicos que hemos elegido? Lo que mal se diseñó acaba saliendo mal.

Para aplacar a vascos y catalanes (los gallegos no se quejaban tanto) se diseñó un entramado de autonomías, un estado complejo y oneroso. Hubiera resultado más sencillo dejar a un lado, mediante pactos convenidos, a Euskadi y Cataluña con la identidad histórica que reclamaban. Hoy el problema sigue subsistiendo, pero acrecentado y convertido, por efectos de la crisis, en un auténtico y multiplicado esperpento. ¿Qué deben pensar, más allá de nuestras fronteras, de la decisión de Artur Mas de no pagar en julio los convenios con entidades que velan por incapacitados, ancianos o enfermos mentales? Aquel ansiado estado benéfico diseñado por los liberales fundadores de antaño se ha hecho añicos. ¿De qué trataron Rajoy y Griñán en su entrevista, si a las pocas horas Andalucía abandonó el Consejo de Política Fiscal y Financiera, presidido por Montoro? Cataluña se lamentó de la falta de diálogo. ¿Pero no es precisamente esto la política: la diversidad, el diálogo, la polémica? Monti ve una luz en el túnel. Utiliza buenas gafas, porque por estos lares no se sabe ni la longitud del túnel, ni hay esperanza de divisar a medio plazo luz alguna. Pero, puesto que vivimos otra semana decisiva y se impondrán las vacaciones más o menos combinadas con el trabajo, todo puede ser distinto en septiembre. El aumento del IVA caerá inexorable, como el rayo, sobre nuestras cabezas. Tal vez logremos salvarnos del rescate total –inviable, como ya se nos ha dicho– durante meses. Todo el mundo está pendiente de qué pasa en España. Las medallas olímpicas tampoco alegran como preveíamos. Y eso que Pérez Rubalcaba reclama que el Gobierno hable bien de lo mucho y bueno que tiene España. Frío y caliente.

 

Joaquín Marco
Escritor