Crítica de libros

Corrección política

La Razón
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Está de moda criticar la «corrección política» y declararse «políticamente incorrecto». Supongo que se experimenta así un breve escalofrío que nos reconcilia con nuestra veta salvaje. Convengamos en que, casi siempre, es mejor que esa veta no salga a la luz, como le ha pasado a un alcalde del PP, modelo de incorrección política… y de grosería. Y es que la corrección política es, entre otras cosas, una de las formas modernas de la cortesía, y la cortesía, a su vez, es lo propio de la vida en la ciudad, allí donde no sabemos con quién estamos hablando, porque no todos nos conocemos unos a otros, como ocurre en la vida familiar o en la rústica, y no sabemos y por tanto no podemos presuponer las creencias, las convicciones y los gustos de los demás. La corrección política, como la cortesía, supone el pluralismo. No siempre gusta porque coarta nuestra libertad, pero habrá que recordar que esa «libertad» –por así llamarla– se sustentaba en unos presupuestos que excluían a todos los que no respondían a un determinado patrón. Había un «acuerdo» moral que la sostenía, es verdad, pero aquel «acuerdo» se fundaba en la violencia, nada simbólica, ejercida sobre quien no lo acataba o no se atenía a las bases sobre las que se sustentaba: las mujeres, los negros, los judíos, los homosexuales, los musulmanes, los protestantes o los católicos (la «libertad» dependía de quién la ejerciera) veían su vida coartada, cuando no destrozada, y siempre resultaban humillados por gestos, por miradas o por comentarios de cuyo alcance ni siquiera se daban cuenta quienes gozaban, benditos inconscientes, de aquella omnímoda «libertad». Esa atrocidad se ha acabado, gracias a Dios, o está en trance de acabarse, y no cabe echarla de menos, menos aún si se pretende liderar una sociedad irremediablemente plural –también gracias a Dios– como la nuestra. Otra cosa es que la corrección política sea además un instrumento para evitar que aparezca un nuevo consenso moral que sustituya al anterior. Pero este nuevo consenso, si surge algún día –y espero que sí– tendrá que tener bases nuevas, distintas de aquella libertad para unos cuantos.