Ingeniería
La economía como un valor complementario
El mercado debe adaptarse a la demanda. Es este un principio elemental a la hora de intentar vender cualquier producto, y el automóvil no es una excepción.
Por ello, muchos fabricantes de todoterrenos, conscientes de que sus modelos pocas veces abandonan las carreteras asfaltadas, han creado una línea de vehículos orientados más al ocio y al tráfico urbano que al puro fuera de carretera. Y en esta línea se inscribe la versión del Land Rover Freelander e-D4, que reúne todas las características estéticas de un todoterreno y buena parte de la eficacia de estos coches fuera del asfalto, pero con la elegancia y comodidad de una berlina. Y sin olvidar las últimas tendencias que exigen, en todo tipo de coches, una economía tanto de compra como de mantenimiento y, sobre todo, de consumos.
Es cierto que esta es la única versión de todos los productos de Land Rover que no lleva caja de cambios con marchas reductoras. Ni que posee un control de descenso que frena automáticamente al vehículo en caso de fuertes desniveles. Pero sin duda es el que mejor se comporta fuera del asfalto entre los automóviles de este tipo. Diríamos que un conductor medianamente experto no echará en falta estos elementos salvo que se meta con este modelo por una zona muy intrincada o en condiciones climatológicas tan extremas que el barro no nos deje avanzar.
Algo que tampoco es fácil con otros vehículos más sofisticados ya que los neumáticos que suelen montar hoy los todoterreno no poseen el taco adecuado. Pero en cambio, es necesario destacar otra serie de virtudes, comenzando por su precio, que se sitúa entre los más favorables de su tamaño y nivel. La nueva carrocería del Freelander 2 es muy similar a la anterior y continúa aportando una gran elegancia de formas, siempre manteniendo la tradición de la marca británica. El interior ofrece una habitabilidad superior a la de cualquier berlina, con grandes y cómodos butacones y una terminación elegante, en la que los materiales se ajustan perfectamente y son agradables al tacto.
Hay espacio suficiente para que viajen cómodamente cinco personas, aunque el espacio del maletero es un poco justo para un coche que anima a programar largos fines de semana con abundante equipaje deportivo. A cambio, disponemos de un motor 2,2 diésel que ofrece una potencia de 150 caballos, más que suficiente para mover con soltura todo el conjunto y poder realizar viajes bastante rápidos por carretera. En caminos de tierra, resulta un coche rápido y divertido ya que su ligereza le hace comportarse de una forma muy manejable y fácil de conducir.
El consumo es muy inferior a lo que podría pensarse para una carrocería todo terreno, con un peso y un nivel aerodinámico que no es una maravilla. El fabricante ha homologado sólo seis litros. Una cifra muy corta que, en ciudad no se dispara gracias a la incorporación del sistema stop/start, que detiene el coche en semáforos y atascos y vuelve a arrancar al apretar el embrague. Un dispositivo que proporciona un ahorro de combustible del orden de 12% según el tráfico.
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