India

Y el agua llegó a la ciudad del infinito

La Fundación Vicente Ferrer es candidata al Nobel de la Paz. Los resultados de su labor en Anantapur son de sobra conocidos, pero pocos saben que el pilar de la misma son los proyectos ecológicos que han evitado que la ciudad sea hoy un desierto 

Y el agua llegó a la ciudad del infinito
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En la Ciudad del Infinito, significado de Anantapur, ya hay agua. A muchos les parecerá un milagro, pero es fruto del trabajo y del sueño de Vicente Ferrer. Antes de que existiera la Fundación como tal, después de que este ex jesuita fuera expulsado de Mumbay y desterrado a uno de los distritos más pobres de India (1969), buscó dinero para la construcción de tres pozos, consciente de que sin agua, sin recuperar el medio natural de la segunda zona más árida de este vasto país, no había nada que hacer. «Y sin agua no hay Dios», decía Vicente Ferrer.
El distrito de Anantapur pertenece al estado de Andhra Pradesh. Tiene 19.130 kilómetros cuadrados, viven cuatro millones de habitantes y a él llegaban los que no tenían futuro en ningún otro lugar. Los «dálits», los intocables, la casta más baja de todas, malvivían como nómadas. ¿Para qué construir hospitales o escuelas si la población se veía obligada a migrar hasta siete veces al año para buscar alimentos?
Más de cuarenta años después en Anantapur hay agua, cultivos y ganadería. La Fundación Vicente Ferrer (FVF) ha conseguido construir 2.400 infraestructuras hídricas para aprovechar las lluvias torrenciales de los monzones que, con suerte, sólo se producen durante dos o tres meses; ha puesto en marcha una línea de diversificación de cultivos, riego por aspersión y goteo, pozos que funcionan gracias a energía solar... y una larga lista de programas que han conseguido dar esperanza a los habitantes de esta población, que en un 80 por ciento vive de la agricultura.
La base de toda esta línea de proyectos ha sido la construcción de embalses. El director de Ecología de la FVF, T. V. Chalapathy, muestra con orgullo un embalse que se levantó en Gollapallithanda, financiado por la Generalitat valenciana. Gracias a esta infraestructura se recargan los acuíferos, los pozos se llenan y se han podido hacer canalizaciones para repartir el agua a los campos. Además, se ha introducido la piscicultura, los animales salvajes acuden a beber, por lo que se pueden cazar, hay más pastos, y lo que es más sorprendente, se ha conseguido incrementar el régimen de lluvias.
Recuperar la vegetación ha permitido aumentar la humedad y al producirse mayor evaporación, hay más precipitaciones. Chalapathy asegura que las precipitaciones se han incrementado hasta un 30 por ciento, «el agua ha creado la civilización». La erosión y el riesgo de desertificación se han reducido de manera considerable.
El agua de estos embalses recarga los acuíferos, también se han ejecutado canalizaciones e incluso se han instaladado placas solares (61, según la memoria de la FVF de 2008), para sacar el agua de los pozos y para aprovecharla al máximo se han puesto en marcha sistemas de riego por goteo (5.895) y aspersores (6.021).
Asegurada el agua, se ha dado el segundo paso. Buscar los cultivos que mejor se adapten al medio y realizar rotación de los mismos. Los resultados han sido espectaculares y han conseguido sacar a muchas familias de la pobreza. El cultivo predominante era el cacahuete, pero éste se adapta muy mal a los periodos de sequía.
Ahora en una misma plantación, por ejemplo, crecen mangos, plátanos y diferentes vegetales. Los plantones son resistentes a las plagas, se han sustituido el uso de fertilizantes químicos por los orgánicos y se consiguen hasta tres cosechas cada dos años. «Los agricultores están ganando respeto en la sociedad porque tienen dinero, y sus hijos, la mayoría de ellos también "dálits"pueden ir a estudiar a la universidad».

Vacas contra los suicidios
El incremento de los pastos también ha permitido hacer viable una línea de ayudas para que los campesinos puedan adquirir una vaca sin tener que pedir prestado el dinero a un usurero. Cuando éste veía que no podía devolver el préstamo, puesto que el animal había muerto y no había dado la rentabilidad esperada, se suicidaba. Era la única manera de pagar la deuda, ya que no sólo no se trasmite de padres a hijos, sino que además el Gobierno daba una indemnización a las familias.
Afortunadamente, esta situación ha dejado de ser algo frecuente. Este programa comenzó en 2004 y ha repartido 10.000 vacas en dos centenares de aldeas de Anantapur. Gracias a la inseminación artificial se obtuvo una raza de vaca muy resistente a la sequía, pero que a la vez proporcionaba mucha leche.
Ahora tienen de qué vivir. En Tupalli, una aldea con 40 familias, los cabeza de familia ya no abandonan sus pueblos para ir a malvivir a la ciudad, donde su único destino es ejercer una profesión para la que no están preparados o la mendicidad. Además, del excremento de las vacas obtienen biogás para poder cocinar sin tener que cortar árboles para obtener leña.
Y en la última vuelta de tuerca que cierra la recuperación del medio, la Fundación Vicente Ferrer ha puesto en marcha un programa de reforestación. Lo más complicado, según explica Chalapathy, ha sido concienciar a la gente de que aunque no se pueda ni pastar ni cortar árboles de los montes les va a beneficiar. Se ha conseguido y ya se han reforestado 69 áreas forestales. El objetivo es llegar al centenar y consolidar la Ciudad del Infinito como un distrito donde la vida es posible.