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Golpe a la corrupción por Iñaki Zaragüeta
La sentencia de la Audiencia de Palma recupera mi credibilidad en la Justicia. No me alegro de la condena de Jaume Matas, pero me satisface la existencia de mecanismos independientes, más cuando en demasiadas ocasiones he expresado mi escepticismo sobre el funcionamiento de uno de los tres pilares del Estado de Derecho, así como que sin él no será posible siquiera superar la crisis económica. Impacta un fallo de seis años y nueve de inhabilitación y, a la vez, parece justificada ante las demostraciones de grandeza y poderío de las que hizo gala el ex presidente balear y alguna persona más de su entorno. Si se pudiesen dar como ciertos algunos comentarios sobre ellos, no ha lugar a la controversia. No estamos acostumbrados en España al combate feroz contra la corrupción, a pesar de estar en un tris de haberla institucionalizado, si no lo está. La corrupción es un síntoma de abuso autoritario de poder, que en la vida pública conlleva el enriquecimiento ilegal o ilegítimo de los políticos. Son tantos casos en España, que da la impresión de que donde entrara la Justicia, encontraría bocado. El garantismo de nuestro sistema hace que muy pocos sean condenados por más sospechas fundadas que les rodeen. Quiero alabar la actuación del presidente de la Generalitat valenciana, Alberto Fabra, al retirar los honores a Matas. Sus palabras «quien no entienda que la política es ejemplaridad, entrega, responsabilidad, rigor y compromiso, no tiene cabida en el partido» demuestran que el PP ha entrado por la vía que nunca debía haber abandonado. Ni el PP ni el resto de los partidos. Así es la vida.
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