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La Razón
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Las balas son inofensivas; lo que mata es la velocidad... Y Mourinho es el mesías. «Mou», excelente y reputado entrenador, el que necesitaba el Real Madrid para adquirir un estilo de juego, que ya estaba bien de tanto brochazo abstracto, es mucho, pero no para tanto. Ha iniciado la restauración sin titubeos y en menos de un semestre cosecha éxitos parciales que apuntan a triunfos más trascendentales que la superación de algunas marcas ponderadas por la debilidad de determinados contendientes. Poco a poco la «mourinha», esa religión, se va extendiendo como un océano de aceite, y el aceite impregna o mancha, según. Hasta que a él se le ocurrió decir que no es modesto, la modestia era una virtud. Desde la ignorancia, manantial de osados y pesebre de inocentes deslumbrados, se deplora, por criticón, antimadridista y envidioso, a quien no sigue los preceptos «mouzedongnianos». Como si fuese igual la falsa modestia que la humildad. Creer que el Madrid va a ganar la Liga o la «Champions», o ambas, bajo su tutela, es natural porque es posible, dados el palmarés del técnico, la trayectoria ascendente del equipo y las virtudes renovadas, todas conforme a historia y presupuesto. Se puede incluso creer que Mourinho sana enfermos si limitamos el milagro a la evidente recuperación anímica, espiritual y balompédica del madridismo. Pero de ahí a santiguarnos si a «Mou» se le ocurre decir «levántate y anda» hay un trecho, aunque hoy gane al Barça. La Liga no se acaba en noviembre. Cualquier opinión contraria a la suya, o crítica documentada a alguna de sus actuaciones, es de inmediato condenada por quienes, a la vista del resplandor, se atribuyen la figura de San Pablo porque les puede ocurrir que se caigan, pero del burro, por iluminados.