Barcelona
Esas bobadas
Cristiano Ronaldo no es simpático ni hace amigos fuera del Bernabéu. Es un valor añadido formidable al fútbol, y un provocador de la armonía. Tiene que saber que jugar en el Real Madrid en España es más difícil que hacerlo en el Barcelona. Las forofadas radicales y violentas que hay en todos los estadios odian al Real Madrid por lo que representa, y admiran al Barcelona por su fútbol –ahora–, y por sus desviaciones políticas.
En San Mamés, que es un campo con unos cuantos salvajes y una mayoría de espectadores educados y grandes conocedores del fútbol, Cristiano estuvo a punto de estropear con gestos y reflejos innecesarios lo que habían hecho sus compañeros, que no era otra cosa que haber capeado el temporal y marcado dos goles.
Él hizo el tercero, fantástico, pero no pudo reprimir su extraña arrogancia, tan irritante para los que no son madridistas. De no protagonizar esas bobadas, Cristiano Ronaldo no oiría las broncas que le dedica el personal cada vez que sale al campo. Claro, que en la bronca está incluido el terror que produce entre los seguidores contrarios por su calidad y fuerza.
Gran planteamiento de Mourinho, excesiva pasión en el Athletic, buen partido del Real Madrid, mejor noticia en el baloncesto, Sergio García –como era de esperar–, ahogado en un vaso de agua, Alonso con un coche que no corre y el penalti a Villa en el Camp Nou, de risa floja. El Barça –no olvido su grandísima calidad–, ha obtenido diez puntos en esta Liga gracias a los árbitros, encantadores con el club de Rosell.
Y ahora viene lo gordo.
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