Cataluña

Elecciones o plebiscito por J A Gundín

La Razón
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Habrán reparado los catalanes que desde el 25 de septiembre, día en que Artur Mas anunció el adelanto electoral, de lo único que hablan los nacionalistas y los socialistas es de independencia, federalismo asimétrico, consulta soberanista y fútbol. Ni una sola palabra sobre cómo piensan financiar la Sanidad y la Educación, cómo pagar las facturas pendientes a los proveedores, si van a subir los impuestos autonómicos o dónde recortarán un poco más. Tampoco se oye nada sobre el empobrecimiento acelerado de los suburbios, habitados en su mayoría por inmigrantes, ni de las tensiones cada vez mayores en torno a las comunidades islámicas, cuya radicalización parece preocupar más a la Guardia Civil que a la Generalitat. Silencio sepulcral sobre la gestión de CiU en estos dos años, si ha sido buena o desastrosa, si ha realizado los ajustes de forma equitativa, si su política de subvenciones ha pecado de amiguismo o de cómo piensa devolver a Madrid el dinero del rescate. Nada de nada. Se diría que Cataluña no tiene ningún problema pendiente que no sea airear en la Prensa internacional lo magnífica que sería como Estado independiente. Esto huele mal. Al plantear estas elecciones como un plebiscito a sus ensueños soberanistas y apostar su propia cabeza en el envite, Mas escamotea el debate sobre los problemas reales que preocupan a la gente y se arroga los designios de los siete millones de catalanes. Como un caudillo al que se le ha revelado su destino, el mensaje de Mas es de una simplicidad aterradora: o se está con la independencia o se está contra Cataluña. Esto huele a estafa incluso más allá del Ebro. Por fortuna, la mayoría de los catalanes, que no se ha empachado con el suflé soberanista, tiene muy aguzado el sentido del olfato.