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El Santo Sepulcro en quiebra por impago
El templo podría clausurarse si el Patriarcado Griego-Ortodoxo no salda una deuda de dos millones de euros por la factura del agua
JERUSALÉN– El lugar más sagrado del cristianismo en Jerusalén, donde se cree que fue sepultado y habría resucitado Jesús, podría cerrar sus puertas debido a una cuantiosa deuda que ha acumulado con la Municipalidad de la ciudad santa por no haber pagado durante años por el agua que consume. Según una información difundida por «Haguijon», la compañía que administra el suministro de agua de Jerusalén, la deuda ya asciende a más de nueve millones de shekel, un equivalente de casi dos millones de euros. Pero autoridades en el Patriarcado Ortodoxo Griego, bajo cuya jurisdicción está la mayor parte de la sagrada basílica, sostienen que durante años el santuario estaba exento de pago, por un arreglo especial logrado con el otrora alcalde de Jerusalén Teddy Kollek.
Hace ya unos años hay negociaciones y presiones entre la Municipalidad y la Iglesia en relación al pago, del cual el Patriarcado Greco-Ortodoxo, una entidad propietaria de numerosos bienes de valor millonario en Jerusalén, sostiene debía estar exento. Fuentes en la Basílica aseguran que recientemente se llegó a un acuerdo según el cual cada una de las comunidades representadas en el santuario pagará su parte de ahora en adelante, pero dejándose de lado totalmente la deuda acumulada. Según Aristajos, secretario general del Patriarcado Greco-Ortodoxo, se deberá encontrar la forma de pagar de ahora en adelante todo lo necesario pero «no podremos lidiar con una suma tan enorme como la que alegan que hemos acumulado».
El mencionado Patriarcado se halló estos días en situación de emergencia, al ver que su cuenta había sido bloqueada debido a la deuda, lo cual le hace imposible efectuar los pagos de rutina necesarios para el mantenimiento de la basílica, incluyendo las rentas de unos 500 sacerdotes. A ello se suman los gastos de cerca de 30 escuelas cristianas ubicadas en los territorios palestinos y en la vecina Jordania, que dependen del Santo Sepulcro. Mantienen también a sus 2.000 maestros, según explicó Issa Musleh, vocero de la Basílica. El Patriarcado advirtió de que podría cerrar las puertas del Santo Sepulcro en protesta por la situación, por un día, como primer paso, lo cual no sería cómodo, por cierto, para nadie. Sostiene que envió cartas tanto al presidente de Israel Shimon Peres como al primer ministro Benjamin Netanyahu, en referencia a la situación. Si bien se desconoce por ahora si ha habido alguna respuesta de dichas figuras, claro está que Israel no querría estar involucrado en un incidente delicado de este tipo.
Aunque se trata de un problema a nivel de manejo municipal, que nada tiene que ver con la política del Gobierno, cabe suponer que el Estado como tal vería con malos ojos el daño a su imagen en caso que el Santo Sepulcro cerrara sus puertas en protesta por la política de la Municipalidad de Jerusalén, bajo cuya jurisdicción se halla desde la Guerra de los Seis Días en junio de 1967.
El Santo Sepulcro, en el barrio cristiano de la Ciudad Vieja de Jerusalén, había quedado, al igual que el resto de la ciudad amurallada, del lado jordano de la frontera, cuando estalló en 1948 la Guerra de Independencia de Israel. Al conquistar Israel la Ciudad Vieja el 8 de junio de 1967, la ciudad fue unificada y el Santo Sepulcro, así como toda la zona amurallada, pasó a estar bajo soberanía israelí. En realidad, más allá del problema económico aquí tratado, las relaciones entre las autoridades israelíes y las eclesiásticas suelen ser siempre correctas y de mutuo respeto.
Los mayores problemas con los que ha lidiado el Santo Sepulcro han sido de otra índole: derivados de las diferencias entre las propias denominaciones cristianas que controlan diferentes sectores de la misma. En ciertos momentos, ha habido inclusive choques violentos y peleas a puño abierto entre sacerdotes ortodoxos griegos y armenios, por la división interna en la Basílica, que comparten también con los católicos latinos. Esto, en el marco de un delicado y tenso equilibrio interno que data de la época del Imperio Otomano y que suele hasta sorprender y preocupar a peregrinos cristianos que llegan al lugar sagrado de distintos confines de la Tierra y no comprenden por qué dentro de la propia Iglesia hay tanto conflicto.
Dentro de la Basílica, una imponente estructura visitada por multitudes de peregrinos y turistas del mundo entero, están las últimas estaciones de la Vía Crucis. Allí son venerados el Gólgota de la Crucifixión y lo que se cree es la tumba misma (el Sepulcro) de Cristo, aunque los protestantes consideran que está fuera, en el así llamado Jardín de la Tumba. Es muy común ver a peregrinos arrodillados, ya a la entrada de la Basílica, junto a la Piedra de la Unción, donde según la tradición cristiana fue colocado el cuerpo de Jesús al ser bajado de la cruz. Creyentes cristianos suelen colocar sobre la piedra sagrada objetos de seres queridos considerando que con ello son bendecidos. La iglesia, que data del Siglo II, era originalmente un templo pagano, pero en el siglo IV, a raíz de una visión de Santa Helena, madre del emperador Constantino, se convirtió en lo que es hoy. La santa afirmaba estar segura de que allí había muerto y resucitado Jesús.
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