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La deshumanización de los días

Félix de Azúa publica «Autobiografía sin vida», un acercamiento a partir de su propia experiencia sobre el arte y la historia

El autor ha escrito un libro personal y reflexivo
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Desde la «Poética» de Aristóteles sabemos que la representación artística se basa en una mímesis de la realidad. Nuestra antropología cultural nos remite a una condición humana creada «a imagen y semejanza» de un ser superior. La referencia a un modelo, el código de una imitación, son elementos de un mismo movimiento de la sensibilidad. Tendrá que venir el siglo XX a dinamitar los cimientos realistas y lógicos de un arte del espejo testimonial. Ortega y Gasset y su «deshumanización del arte» nos lo explicó con detalle. La identificación con la belleza implicaba una identidad moral, transgredir esta norma nos conducía a un inmejorable aspecto personal, mientras nuestro envejecido retrato se putrefactaba en un olvidado desván. Sobre la base de estos aspectos, Félix de Azúa publica «Autobiografía sin vida». Bajo el criterio de la personal experiencia estética, nos adentramos en una cotidianidad contemplativa donde se reflexiona sobre el arte contemporáneo, las claves para su interpretación y su función social. Por estas páginas desfilan la Francia revolucionaria del asesinato de Marat, según el cuadro de Jacques-Louis David, los horrores de la guerra española de la Independencia, con los dibujos de Goya, o la conciencia burguesa europea a través de la arquitectura renacentista. Estas representaciones han quedado fijadas en un imaginario colectivo que acaba siendo la presencia viva y crítica del pasado. El sentido lúdico de la expresión artística cobra así un carácter civil que dota de permanencia histórica a la obra de arte. Vaivén de sensacionesOtro motivo del libro se centra en la representación de Cristo crucificado, analizándose los campos ideográficos y semiológicos de una imagen que implica una mirada humana sobre lo divino. Un vaivén de sensaciones de lo moral se recrea en esta estética de lo patético, donde la sublimación del dolor y la serenidad de la muerte conforman un universo referencial. El objeto artístico se justifica por la mirada de quien lo admira; el secreto está en la actitud del observador, del mismo modo que para Godard el movimiento de la cámara cinematográfica en un hecho moral, y las pinturas prehistóricas trascienden su mimetismo realista hacia esferas de espiritualidad. En este libro hay otros temas: la poesía como metalenguaje del futuro, la fuerza regeneradora de la tradición formal clásica o el poder social de la ficción que puede llegar a imponerse sobre la realidad. Todas estas cuestiones se abordan bajo el criterio de la experiencia personal, la anécdota vivida o la obra artística seleccionada, en lo que supone un singular recorrido de clara definición memorialística. Félix de Azúa recorre los desazonantes rincones de la historia, en un riguroso periplo de meditadas observaciones. Estamos ante una renovada mirada sobre la realidad plástica del presente, clave de la propia e irrenunciable identidad.

Félix de Azúa «Autobiografía sin vida»Mondadori168 páginas. 17,90 euros