Literatura

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Pegando leches

La Razón
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Ayer divagaba yo en el Palace, escuchando la voz de Ana Belén acariciar el aire en los premios de poesía de la Fundación Loewe que llegan por estas fechas cada año a darnos un toque de atención lírica a las meninges, mientras Josemi Rodríguez Siero me hablaba de su participación estelar en el acontecimiento del día, que para más de uno era el estreno del nuevo «Torrente IV» del invencible Santiago Segura, con toda su escatoscopia volando en 3D. Lo que me llevó a entretenerme un rato con la asociación libre de ideas.

Aunque Isabel Preysler no haya cambiado (cuántos años han pasado desde aquel «¡Que yo te pego, leches…!») como definición y símbolo de una época. Es más, me viene a la memoria el logotipo de Loewe, marca estrella por entonces de la casa de la abeja a la que zurraron hasta la última colmena. Esa extraña época donde se mezclaba el empresario familiar y campechano en el desequilibrante hilo de la rufianesca modernizada y la alta canalla. A mí, sobre todo, que fui vecino de la familia y ciento más, siempre me llamaba la atención el respeto que tenían por él los taxistas: «Ése es el chalet de don José María. ¡Cuántas injusticias se han cometido con ese hombre!», repetían como una letanía. Y él aprovechaba para organizar su espectáculo. Dispuesto a vestirse de Supermán costroso o hacerse una celebridad con chistes malos.

Ahora viene la abeja con el aguijón a cuestas pegado con celo y a la Nueva Rumasa le vuelven a hacer un traje, planchándoles hasta el carnet de identidad, por demasiado repetido. Y encima con el Rayo de líder de segunda y sin cobrar. Prosiga el esperpento. Puestos a pegar leches, puede que lo que tenga que hacer Ruiz Mateos sea adoptar en la parentela directamente a Segura y tirar flanes por la nariz o ponerse a desembuchar productos a lo bestia. Si la gamberrada es lo que funciona en este país, a lo mejor acabamos teniendo tantas ediciones de Rumasa como de Torrente, sin tiempo de caducidad.