Literatura

Los Ángeles

Huevos de gorrión

La Razón
La RazónLa Razón

Al margen de que pueda polemizarse sobre su calidad literaria, yo creo que a Carlos Ruiz Zafón muchos de sus colegas no le perdona que le vayan bien las cosas y que de su libro «La sombra del viento» haya vendido más de diez millones de ejemplares sin haber sido jamás eso que los críticos llaman «un escritor comprometido». A Zafón le traiciona ese aspecto gris y bonachón de un contable de medio pelo del que no se conocen grandes desgracias familiares, ni consta que padezca del hígado. A lo mejor la clave para su éxito es que se parece a sus lectores, que es lo que no suele ocurrir con los escritores que ejercen de escritores. Zafón cuenta historias sin la pretensión de cambiar el mundo, por el simple placer de entretener a sus lectores, como quien escribe en una pandereta. A mí también me seduce la idea del escritor bohemio y un poco sórdido, que parece condenado a ser un triunfador póstumo, una gloria reconocida a destiempo, cuando haya expulsado el riñón por la uretra, víctima de una vida siempre desesperada y agónica, corriendo detrás de las mujeres que le evitan y huyendo de sus acreedores. Por lo que sé de él, Ruiz Zafón es un tipo saludable y sin deudas, vive en la soleada ciudad de Los Ángeles y jamás fue pensionista flaco y catarral en un asilo de la beneficencia con monjas, humedad y escupideras. Su última novela es ya un superventas y estoy seguro de que tendría éxito aunque escribiese a oscuras en un folio negro porque su nombre es ya una marca acreditada. A mí me gustan los escritores malditos y desdichados, lo reconozco, pero no tengo nada que oponer al éxito de Zafón. En la literatura ocurre a veces como en esa jaula llena de vistosos plumajes en la que sólo de vez en cuando pone un huevo el gorrión que está de paso.