Cumbre de la UE
Doctores en nada por Martín Prieto
En Alemania se echan las manos a la cabeza y dimite un ministro porque ha copiado una tesis doctoral. Ojalá aquí tuviésemos ministros del Gobierno que, al menos, intentasen hacer una tesis doctoral
E s tan aristocrático que se llama Karl-Theodor María Nikolaus Johann Jacob Phillip Franz Joseph Sylvester Freiherr von und zu Guttenberg. Barón, desciende del inventor de la imprenta y de von Ribentrop, ministro de Exteriores de Hitler. Está casado con la tataranieta del Canciller de Hierro, von Bismarck, y tiene dos hijas y un castillo. Licenciado en Derecho y Ciencias Políticas, ha sido secretario general de la Democracia Cristiana alemana, ministro de Economía, a los 38 años, y de Defensa en los gobiernos de Angela Merkel de la que era delfín.
Ha caído por haber plagiado el 20 por ciento de su tesis doctoral sobre el desarrollo constitucional en EE UU y la UE. Puestos a corrompernos prefiero esto a la desvergüenza de los ERE andaluces y los fulanos que al nacer se dan de alta en una bodega. Rompedor de moldes, podía pasar la noche de rock con su mujer y asistir a primera hora a una reunión del «think tank» europeo sobre política exterior. Era habitual verle en Berlín acudir a su despacho en bicicleta, y gestionó con brillantez el dinero y las armas. Desde Maura o Romanones nunca he creído que los riquísimos sean necesariamente malos políticos.
Merkel ha intentado sujetarle hasta el último minuto, pero ha tirado el ministerio, la tesis y el doctorado alegando que no piensa ser ministro de «autodefensa». La canciller ha tachado de hipócrita a la oposición y, en verdad, a este hombre le han linchado los medios de comunicación socialdemócratas que han hecho de él bufa y befa. En nuestros últimos gobiernos no doy con ningún doctor y tendría por pecado venial que no hubiera citado fuentes en una tesis, que menos aceite da una piedra. En España, buena parte de los currículos de la cúspide política no valen el papel en el que están escritos y hasta es un éxito social plagiar una novela. Si nuestra veedora Merkel observara al detalle nuestra casposa corrupción de pana, retendría a su dimisionario atándole al despacho. Por un clavo se perdió una herradura, por una herradura se perdió un caballo, y por un caballo se perdió un caballero. Por una grave pillería académica se ha perdido una buena cabeza para Europa.
Sin bombillas
Quien no se pierde es el ministro de Industria, Miguel Sebastián, cabeza de huevo de la economía zapatera. Es una mala persona sacándole en televisión a Ruiz- Gallardón la foto de una señora, comisionista y testaferra. Antes que malvado es un cachondo de barra de bar con soluciones de TBO. Propuso que nos quitáramos la corbata (y las mujeres ¿qué se habrían de quitar?) para consumir menos aire acondicionado. (Paro).
Nos vendió las bombillas de bajo consumo, que no se encuentran en parte alguna, y ahora las quiere enroscar en las farolas de carretera, lo que no se hará. Hizo campaña por el coche eléctrico sin autonomía ni enchufes. No ha querido prolongar a 60 años la central nuclear de Garoña, cuando en el resto del mundo se estudia alargarlas a los 80 años. (Más paro). Lo de los 110 por hora seguro que se lo ha soplado Sebastián a Rubalcaba, porque lleva su sello, y ahora le ha dado por los neumáticos. Dice Zapatero entre la morisma que salva vidas; entonces, ¿por qué la medida es provisional? Creen que apagando los edificios públicos vamos a disminuir nuestra dependencia energética. Estos son de los que arreglan una central con un sacacorchos y una pinza del tendedero. Y el presidente se va a la morería en cólera a traer chilabas a los consejos de administración de las cajas. (Paro galopante). Y luego decía Unamuno: «Que inventen ellos». Las travesuras universitarias alemanas podrían hasta ser disculpables, pero no nuestra incansable chapuza nacional. Que aumente el paro ya no es noticia. Desde hace tres años nos están diciendo que el segundo semestre será mejor. El Gobierno reacciona ante la histórica destrucción de empleo con aquella máxima surrealista y castiza: «Como sé que te gusta el arroz con leche, por debajo de la puerta te echo un ladrillo».
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