Castilla y León
Dieciocho días de abandono y decepción
Medio centenar de mineros continúa su encierro en el pozo «Las Cuevas» de Velilla, en Palencia, a 500 metros bajo tierra y a menos de catorce grados
Angustiados y abandonados. Así se sienten los 52 mineros encerrados desde hace 18 días en el pozo «Las Cuevas» de Velilla del Río Carrión (Palencia). Lo dicen con palabras, pero su estado se refleja sobre todo en sus caras. Ya no son los hombres que bajaron para reclamar sus derechos. Seguirán luchando, sí. Pero el frío, la humedad y, sobre todo, la sensación de que su encierro no está sirviendo para nada, comienza a hacer mella en ellos.
El jueves uno de los trabajadores tuvo que ser atendido por un fuerte dolor en el pecho que, afortunadamente, resultó ser solo un cuadro de ansiedad. José Manuel López, de 41 años, fue atendido por los servicios médicos. «Estallé». Sus ojos reflejan el sentir de muchos de sus compañeros. La desolación comienza a apoderarse de ellos, pero no dejarán su encierro. El viernes por la mañana, José Manuel se «coló» de nuevo en la mina para luchar por su causa, pese a su estado de salud y, sobre todo, anímico y los consejos de sus compañeros.
El viernes otro tuvo que abandonar la mina por una reacción alérgica a un medicamento que hizo que la cara se le hinchase. Hoy, ya recuperado, se encuentra de nuevo en la mina junto a sus compañeros.
Silenciosos, leyendo el periódico o simplemente con la mirada perdida en algún punto del que desde hace más de dos semanas es, muy a su pesar, su nuevo hogar. Los días empiezan a hacerse más largos. «Ya no nos entretenemos con una simple partida de cartas, como los primeros días», explica Manuel Liñares, erigido portavoz espontáneo del grupo.
Pelea por su futuro
Ayer cumplieron dieciocho días de encierro. No pierden la cuenta. Una pizarra se encarga de recordarles las 432 horas que llevan a 500 metros bajo tierra, con una temperatura no superior a los 14 grados y una humedad del 80 por ciento. Los huesos comienzan a entumecerse. Pero ellos no pierden de mira su objetivo.
Junto a la pizarra cuelgan dibujos de sus hijos, cartas de sus mujeres, recortes de prensa. Papeles que les alientan en los peores momentos y les animan a seguir luchando por su causa. Una causa que va más allá del mero cobro de un par de nóminas. No se trata de dinero. Pelean por algo más. Pelean por su futuro, por su profesión y por lo único que saben hacer. «¡Es nuestra energía. No tenemos otra cosa!», reclama Liñares.
Una energía que defenderán hasta el final, porque «si esto cierra, nosotros nos vamos al paro. Nadie quiere a un obrero que ha estado doce años en una mina (23 en su caso)», añade el minero. Sus muñecas, sus espaldas, sus rodillas…La humedad y sobre todo la dureza de su trabajo les han pasado factura, hasta el punto de mostrarse convencidos de que «no pasaríamos una revisión médica para entrar en cualquier otra empresa». Eso, en el mejor de los casos, ya que la comarca en la que se encuentra el pozo en que trabajan es una de otras tantas afectadas por la despoblación. «Aquí no hay futuro». Y no lo hay para muchos vecinos de la zona, pero menos aún para ellos. Por eso proseguirán su encierro, «al menos hasta el día 29», fecha prevista para que se dé el visto bueno al Real Decreto del carbón.
Sus rostros han cambiado demasiado desde el día en que comenzaron el encierro. Confiesan sentirse cansados y sus ojos lo reflejan, pero lo que más pesa sobre sus espaldas es la decepción.
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