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Valencia

El hombre que nunca nació

Nació en Villa Cisneros, Sáhara español, hace 60 años, pero por un papel no puede demostrar su nacionalidad, ni que existe

El hombre que nunca nació larazon

Esta es la historia de un hombre que nunca nació. Al menos oficialmente. Su partida de nacimiento desapareció junto con el territorio español del Sáhara. Su madre, de Valencia, había dado a luz allí. En aquel momento, no había ni asomo de conflicto. Años después llegaría la Marcha Verde, la guerra, el desplazamiento, los refugiados, el enfrentamiento político. Juan José García Soriano, ciudadano español de 59 años, muestra perplejo su libro de familia y su correcto DNI. No da crédito a la respuesta de jueces, registros civiles y funcionarios de la burocracia que le llevan atendiendo cinco «larguísimos años» y aseguran que «no figura en ninguna parte». Ahora vive en Murcia con su pareja, Rosario Micol, de 51. Quieren casarse y no pueden. Así de simple. Desean ir a un juzgado y hacer oficial su relación. Pero la respuesta es siempre la misma. Sin partida de nacimiento, no se puede hacer nada.
No existe.

«Estoy muy, muy enfadado», comienza Juan José su relato. «Dicen que no estoy», asegura perplejo. «El estado me niega un derecho que tenemos todos. Si se perdió mi partida de nacimiento, su obligación como país es custodiar mi identidad, como ciudadano español que soy… A cualquiera que se lo cuentes, no se lo cree».

El hombre que no nació vino al mundo en Villa Cisneros, provincia de África Occidental Española, en 1953. También allí nacieron sus dos hermanas y un hermano. «En aquel momento, esa parte del Sáhara era plenamente española», detalla. A su padre, Francisco, que trabajaba en una empresa de tratamiento de pescado, le habían destinado allí. A su madre, Luisa, al principio le gustó mucho la idea. «Era como una aventura», recuerda que le contó. Pero al poco tiempo, quiso regresar a la Península. El pequeño Juan José no había cumplido ni dos meses. Después vivieron en Galicia, Murcia y Madrid.

Atrapado en la burocracia
En la casa común de La Alberca (Murcia), la pareja muestra decenas de cartas e informes. «Primero llamé por teléfono mil veces. Después nos personamos en el Registro Civil, en la calle Montera de Madrid. Hemos ido al registro de Guadalajara, donde resido temporadas, al de Murcia, donde vivo… Hemos escrito a jueces, notarios, abogados, al Defensor del Pueblo…», relata. «Se ve que nunca tuvieron mi partida aquí», se altera. Por fin, tras varios años de lucha, alguien le informó de que podría hacer una inscripción fuera de plazo. Juan José no puede evitar reírse. «59 años fuera de plazo», ironiza. Para ello, aportó certificados de defunción de sus padres, documentos de todo tipo de todos sus hermanos (casados sin problema). Pero nada. Esto tampoco llegaba. «Tampoco somos tan jóvenes. Queremos casarnos ya», insisten. A su lado, Rosi, se lo toma ya con humor. «Mi madre, que es muy católica, dice que todo esto es muy sospechoso, que seguro que Juan no se quiere casar conmigo», bromea. El caso es que el tiempo pasa y la organización de la boda no se produce. «¿Cómo vamos a hacer preparativos si no sabemos nada? Si el matrimonio se celebrara en una iglesia, serviría la partida de bautismo (sellada en Nuestra Señora de Atocha), pero Juan José ya contrajo matrimonio religioso una vez hace muchos años (está divorciado). Tiene que ser por lo civil.

Un detalle romántico fue el origen de todo. Rosi le regaló su partida de nacimiento a su pareja. Iban a vivir juntos pronto y quería entregarle algo simbólico, su llegada al mundo. Juanchi, como le llaman todos, quiso corresponder con lo mismo. Nacerían juntos, en el amor, de algún modo. Pero el enamorado encontró aquí un muro: la burocracia.

Los problemas del Sáhara van mucho más allá. Afectan a los nacidos allí de padres españoles, pero sobre todo a los nacidos de padres no españoles o los nacidos en territorio saharaui. No tienen Estado. Viven en un limbo absoluto. Juan José entiende la situación –y apoya la ayuda y la resolución del conflicto político–, pero insiste en que él es un ciudadano español como cualquier otro, y no acepta perder sus derechos por una negligencia.

Lo que pasara con su partida no lo sabe nadie. «Dicen que se quemaron muchos archivos en aquellos años, que se destrozaron edificios… fue la guerra la que terminó con todo». El caso de Juan José seguramente no sea el único. Muchos perderían su «identidad oficial», como reivindica una sobrina de él, que les ayuda con los pleitos. «Pero los que custodian la información, si se pierde, tienen la obligación de rescatarla.

 

Dejados a su suerte
El abandono de España de sus territorios en África Occidental constituye un episodio vergonzoso de la historia del país. Por negligencias puntuales, contexto sociopolítico inadecuado y con Franco agonizando, España abandonó a su suerte a miles de saharauis, tanto ciudadanos como súbditos. En 1975, Marruecos envió unos 350.000 ciudadanos y 25.000 soldados para invadir el por entonces territorio español y evitar así una posible autodeterminación. Es la conocida Marcha Verde. Poco después, se acordó una administración temporal tripartita constituida por España, Marruecos y Mauritania.