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OPINIÓN: Un modelo de ingeniería sísmica

L a comparación con Chile y Haití resulta inevitable. Ante un terremoto más devastador, la respuesta de la arquitectura japonesa ha sido loable. ¿Dónde radica esta sustancial diferencia? La clave está en el desarrollo tecnológico en materia sísmica que Japón ha ido acumulando desde el siglo XX.

La Razón
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La particular localización de Japón, en el Cinturón de Fuego del Océano Pacífico, le convierte en una de las regiones más activas del planeta con centenares de temblores a lo largo del año.
Esta situación ha propiciado la sensibilización de la arquitectura japonesa frente a estos fenómenos, hecho que ha derivado en un profundo conocimiento de los mismos así como de los mecanismos resistentes implicados. Se podría decir que el comportamiento de los edificios sometidos a una acción sísmica es parecido al de un látigo al ser sacudido. Al azotar el látigo podemos observar cómo la sacudida se propaga por todo el cuerpo del mismo, desde el mango hasta el extremo. Trasladado a la arquitectura, el terremoto es la mano que agita la base del edifico y el edificio es el látigo por el que se propaga toda la energía del terremoto.

Para resistir esta agitación la arquitectura japonesa ha optado por dos mecanismos claramente diferenciados. En la construcción de pocas plantas, donde el impacto del terremoto es más reducido (resulta más fácil agitar un látigo largo que uno muy corto), se realizan estructuras muy rígidas que resistan todo el impacto sin deformarse. Por el contrario, en edificios de varias alturas, donde esta solución no es eficaz y, sobre todo antieconómica, los ingenieros japoneses han optado por estructuras flexibles. Éstas son diseñadas para que oscilen lateralmente (igual que hace el látigo) de manera controlada y sin sufrir daños sustanciales. Japón ha sabido aplicar las lecciones del «Gran terremoto de Kanto» en 1923.