El día de las familias
Donde habita el Señor por cardenal Ricard Mª CARLES
Los dos primeros discípulos preguntaron a Jesús: «¿Dónde habitas, Señor?», «Venid y lo veréis». Si lo preguntamos 20 siglos después, nos responde la fe que el Señor es el origen de todos los pensamientos leales y puros y de todos los arrepentimientos sinceros y conmovedores, y es mi pobre alma, inocente o penitente, la que sigue siendo su morada que Él no quiere abandonar. Creo que, si nuestra fe se acrecentase veríamos a ¡tantos!, todos tus amados, los elegidos de este mundo, como verdaderos «teóforos» y «cristóforos».Y en nuestras apreciaciones, en nuestros juicios, en nuestra conducta no habría ya lugar para nada que fuese mediocre ni vil. Habita también en las más insignificantes ocasiones en que podemos hacer bien, o sufrir como se debe. Habita en esas modestas moradas, como en las hostias consagradas, y bajo las especies de contrariedades inesperadas, de un huésped importuno, o de un trabajo ingrato, de un sacrificio que se nos pide. Bajo todas esas especies se encuentra él moralmente presente, como lo está corporalmente bajo las especies eucarísticas. Ábrenos, Señor, los ojos y haz que aprendamos a conocerte en las cosas humildes que hemos de hacer y a encontrarte de nuevo en la prosa santificadora de nuestro deber cotidiano. Aumenta nuestro amor y nuestro respeto a los débiles y apartados de ti, y que aprendamos a saber ver dónde te encuentras, habitual y sorprendentemente, hasta el día en que, después de preguntarte reiteradamente: «¿dónde habitas?», nos introduzcas para siempre en tu eterno Paraíso.
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