Historia

Andalucía

Enemigo prescrito

La Razón
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Al enemigo político se le suscriben los galardones y los nombramientos cuando deja de serlo y una vez muerto, se va al entierro a llorar por la pérdida de su alma de estadista. Nuestra adorable clase política que es del método Stanislasky, del Actor's Studio pero versión de compañía de provincia. A Alfonso Guerra, que es mitad geómetra mitad pasión, lo han hecho hijo predilecto de Andalucía y ha sonado a coro el «ya era hora». No era esta armonía opinativa lo que se escuchaba cuando Guerra cotizaba como unicornio político. Aquella época en la que en lugar de hermanos tenía la banda de los hermanos del cafelito y le echaba sogas de titulares al cuello del PSOE. Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Guerra es una de las matronas de la democracia, el homologador de un socialismo ibérico que se curó de las películas soviéticas de Einsestein, o un desalmado al que ha ennoblecido el tiempo? Ya que hemos llegado a Rusia con Einsestein, convengamos con Dostoyeksvi que las personas envejecen, pero no cambian. Así que, el valor del insulto o el halago, no hay que atribuirlo a Guerra o a cualquiera que lo merezca, sino a lo que los políticos de la acera de enfrente puedan obtener de bueno a cambio. Márquez Reviriego, médico de la actualidad, tiene descrita la «presbitocracia», enfermedad que afecta a los políticos en ejercicio, impedidos para no ver, a nadie que esté fuera de su ámbito de poder.