Teatro

Teatro

Teatros

La Razón
La RazónLa Razón

Hace pocas semanas asistí a una representación al aire libre de «La verbena de la Paloma» y de «Agua, azucarillos y aguardiente». Hacía frío, la gente se protegía del viento como podía, y la función no resultó memorable, precisamente. El público, eso sí, estaba encantado. La zarzuela siempre es bien acogida con tal de que se haga, como en este caso, con honradez. Ahora mismo hay en la cartelera otras funciones de zarzuela, esta vez privadas: «La corte del faraón» y «La verbena de la Paloma» en representaciones que tendrán seguramente el gran éxito que merecen. Por su parte, el Teatro de la Zarzuela, pagado por todos los españoles para mantener la tradición del género, permanece cerrado por vacaciones y en la temporada que viene pondrá cuatro zarzuelas (dos de ellas en la misma función). La Compañía de Teatro Clásico pondrá tres (¡tres!) obras. El Español no repone un clásico en español ni por casualidad. En el Centro Dramático Nacional, en la temporada que viene, hay anunciado un Valle-Inclán, uno. El lujosísimo Teatro Real (más de 50 millones de presupuesto) ha emprendido una cruzada ideológica contra la música y los músicos españoles, y contra los clásicos populares. No hace falta hablar de los ruinosos «contenedores culturales», como los Teatros del Canal o el Matadero (sic)… Tampoco se crea que hay programados clásicos universales. ¿Molière, Sófocles? ¿Para qué? Antes los gobiernos mantenían teatros públicos para que los ciudadanos tuvieran acceso digno a los clásicos: que todos los niños españoles pudieran ver al menos «La vida es sueño», «El sí de las niñas» y «Don Juan Tenorio». El resto sobra. En vez de eso, parecen guiados por el esnobismo político, el capricho, el clientelismo y el despilfarro. A lo mejor, con algo de suerte, la crisis ofrece una oportunidad a la sensatez…