Afganistán
Legionarios a luchar Legionarios a morir por Luis ETOGORES
Hace noventa años que el entonces ministro de la Guerra don José Villaba, a propuesta del entonces comandante Millán Astray, fundó una unidad militar llamada Tercio de Extranjeros, un nombre que cambio pocos años después por el de Legión Española.
La Legión fue creada para combatir en la durísima guerra colonial de Marruecos y evitar la sangría de reclutas españoles que se veían obligados a luchar y morir para defender los intereses que entonces tenía España en su protectorado del norte de África. Desde entonces los legionarios han combatido en ocho guerras, perdiendo la vida en defensa de los intereses de los españoles muchos miles de legionarios, obedeciendo las órdenes de políticos de diversas ideologías y condición.
Cuando Millán Astray organizó a las primeras banderas (batallones) de legionarios, era plenamente consciente del enorme sacrificio que iba a pedir a sus soldados. Marruecos era uno de los escenarios bélicos más duros y sangrientos en los que habían combatido los españoles de todos los tiempos. El fundador sabía que el instinto de conservación del ser humano pone delante de cualquier otra cosa el preservar la propia vida y que, por tanto, era necesario crear un conjunto de valores morales y patrióticos, apoyados en la disciplina, el entrenamiento y en una mística –la mística legionaria– que llevase a sus legionarios a combatir y morir en cumplimiento de su deber. Toda esa conjunción de valores que creó Millán Astray se resume en el tradicional e incomprendido grito legionario de «¡Viva la Muerte!». Cuando le preguntaron por este grito desgarrado que lanzaban sus hombres en combate respondió: «No somos locos ni suicidas. Usted cree que no nos duelen las heridas. Que no tenemos miedo a la muerte. Claro que sí. Lo que pasa es que no nos importa sufrirlas y dar la vida por la Patria».
Esta mística legionaria, que tan buenos y probados resultados ha dado, se compone de una serie de ritos, canciones, uniformes, férrea disciplina y gran camaradería, que han permitido crear el estilo propios y exclusivo de nuestros legionarios. Un espíritu único y sin igual, y al mismo tiempo semejante al de otras grandes unidades militares de todo el mundo.
Los marines norteamericanos, al grito de «semper fidelis», guardan celosamente sus tradiciones, valores y una uniformidad intacta desde hace décadas. A todos nos merecen respeto y admiración, pues Hollywood se ha encargado de que conozcamos estas cualidades gracias a películas como «El sargento de hierro» o «La chaqueta metálica». Lo mismo ocurre con otros soldados. La Legión Extranjera celebra todos los años, con su lento paso de desfiles y cantando «Le Boudin», el aniversario de Camerone. Honor, espíritu de sacrificio y tradición son las bases de las más prestigiosas unidades militares de todos los tiempos.
Las virtudes militares de la Legión Española se cifran entre otras cosas en su credo, en su peculiar y característica forma de desfilar, en su cantos –¿quién no conoce «El novio de la muerte?»– , en sus banderas y símbolos que nos recuerdan a nuestros Tercios de Flandes y, cómo no, en su uniforme.
El uniforme legionario fue diseñado por el propio Millán Astray. Ha cambiado a lo largo del tiempo pero siempre ha conservado el espíritu y las señas características que dan continuidad e inmortalidad a toda tropa. Junto al verde legionario, característico de los miembros del Tercio, destaca como símbolo singular y distintivo el clásico gorrillo legionario, el chapiri. Este único y en cierta forma anacrónico gorrillo simboliza más que ninguna otra prenda el espíritu e historia de la Legión Española. El chapiri es a la Legión lo que el tricornio a la Guardia Civil.
Todos los ejércitos tienen uniformes característicos que son pruebas visibles de su historia y de su valor. Todos conocemos los de nuestra Infantería Española, de nuestros paracaidistas o de la Guardia Real con su vestimenta de hace más de cien años, con un nada práctico ros como prenda de cabeza. Igual ocurre con los marines norteamericanos, con la Guardia Suiza del Papa, con el regimiento de la Guardia que presta servicio a la puertas de Buckingham, o con los mercenarios nepalíes, los gurjas, que sirven como mercenarios a su graciosa majestad vistiendo su tradicional uniforme verde. ¡Quién no ha quedado admirado alguna vez por la marcialidad de un regimiento escocés desfilando al ritmo de sus gaitas y tambores!
Nuestra ministra de Defensa ha decidido, en lo que ella cree que es una prerrogativa de su cargo, eliminar el chapiri como antes hizo con las patillas y otra larga serie de ritos legionarios. El ser ministro de España supone una responsabilidad enorme. Es administrar, en su caso, las Fuerzas Armadas españolas para un mejor servicio de España y de todos los españoles. Pero esto no quiere decir que pueda hacer de mangas capirote con todo lo que a usted le venga en gana. En este caso con la historia, la tradición y el deseo de miles y miles de legionarios de ayer, de hoy y de mañana que desean que la Legión siga siendo como es. Y junto a ellos estamos miles españoles que admiramos las gestas de nuestra Legión.
Cuando las cosas están jodidas, señora ministra, usted no tiene el más mínimo rubor en gritar: «¡A mí la Legión!» Ustedes, los políticos, los pueden enviar a luchar en guerras donde no se nos ha perdido nada –Balcanes, Irak o Afganistán– pero sepa usted que ese grito que tan poco le gusta –¡Viva la muerte!–, sus cantos legionarios, su disciplina, sus códigos de honor, su entrenamiento y su uniformidad componen un todo que se llama estilo legionario y que son la base de su eficacia y de su disciplina. Esta conjunción de valores que usted quiere ahora una vez más socavar, consciente o inconscientemente, eliminando el chapiri, es importante. Quiero pensar que usted no lo entiende, pero esas pequeñas cosas contribuyen a que nuestros soldados vayan a morir con la alegría del verdadero soldado al otro lado del mundo. Su espíritu y disciplina es uno de los motivos de que obedezcan sin rechistar las órdenes de políticos que no saben nada de milicia y que, por lo general, dejan sus cargos cuando empiezan a enterarse un poco de lo que va la fiesta. Muchos ciudadanos echamos de menos aquellos gobiernos en que la cartera de Guerra era desempeñada por un soldado como el ministro Villalba.
Señora ministra, nuestros ejércitos son una de la instituciones más valoradas por los españoles, pero no se confunda, usted no forma parte de las Fuerzas Armadas. Es sólo una interina. Preocúpese más del armamento de nuestros soldados, de sus condiciones morales y de vida y deje de socavar la institución. Ya hubo alguien que quiso quitar el tricornio para al final descubrir las enormes virtudes de la Guardia Civil. ¿Quiere usted suprimir el chapiri para así proceder a la revitalización de la Legión?
Luis E. Togores.
Historiador. Autor de la biografía del fundador de la Legión «Millán Astray, legionario»
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