Feria de Bilbao
El valor razón de ser
Las Ventas (Madrid). Última de la Feria de Otoño. Se lidiaron toros de Palha, más terciados los tres primeros y de impresionante cornamenta los restantes. El 1º, manejable, a menos y difícil por el izquierdo; el 2º, deslucido; el 3º, reservón y parado; el 4º, malo, reservón y midiendo mucho; el 5º, con movilidad, ligero de cuello, y violencia; y el 6º, malo por el derecho, complicado por el izquierdo. Tres cuartos largos de entrada. Fernando Robleño, de pistacho y oro, pinchazo, estocada desprendida (silencio); media estocada un punto tendida (saludos).Javier Castaño, de azul marino y oro, estocada trasera, un descabello (saludos); dos pinchazos, estocada, descabello (silencio).Alberto Aguilar, de azul pavo y oro, estocada desprendida (saludos); pinchazo hondo, estocada (palmas).
Javier Castaño se volcó sobre el morrillo del segundo y no encontró salida. El toro se la cerró para agarrarle de la barriga y, de puro milagro, perdonarle la vida, eso sí en la suma le dejó el castigo físico. Un palizón que daba continuidad a una temporada clave pero dura para Castaño. Atrás dejaba, cerraba así, una faena solvente, de seguridad y aplomo fuera de lo común. Lo común en la gente normal. Ayer Aguilar, Robleño y Castaño anduvieron sobrados con lo regular y con lo muy malo. Una lección de estar en la plaza, por encima del bien y del mal. Del tenebroso transitar del toro a la caza. Se apagó pronto el Palha de Castaño, un jabonero más terciado de presentación al igual que el primero y el tercero. Otra cosa fue lo que salió de toriles para la segunda parte de la corrida. Descomunales caras. Pitones inmensos. Castaño tiró del toro siempre y cuando ya no había de donde sacar, ese momento en el que el Palha acudía al paso, pulseó el engaño, temple el suyo, gran condición. Le deshizo la cogida al entrar a matar y pasó por la enfermería hasta salir el quinto. Se movió el toro, descompuesto, violento y a Castaño se le intuía dolorido, cansado. Solucionó la papeleta. Antes lo había hecho David Adalid, que se las deseó para ponerle los palos. Al final lo logró, con la gente en pie, clavando de dentro afuera. Les puso la cabeza a funcionar.
Torero de los pies a la cabeza estuvo Alberto Aguilar. Qué claro. Qué mérito. Tras algunas oleadas a modo de embestida del tercero, se quedó el toro reservón. Ni una reserva se dejó Aguilar para pegarse un arrimón de hacer retroceder al toro si era preciso. Llegó a los tendidos. Se echó encima del toro con la espada. Chapeau. El sexto le quiso quitar la cabeza en un par de ocasiones nada más empezar. Un par o tres o cuatro. El derecho era pitón de alto riesgo. Al pecho. Sin dudarlo. Le arrancó al natural muletazos que no sabíamos que tuviera el despampanante Palha y dejó el sabor de boca de torero grande e importante. Fue toro difícil, imposible por el diestro e imponente el zurdo.
Fernando Robleño abrió plaza y como si así despegara la tarde de los toreros valientes, forjados, que hacen fácil lo difícil, que se ponen con el toro malo con la pureza que sólo cabe en el extraordinario. Así compuso la primera tanda, encajado y prieta la figura, asentado. Eso aguantó el toro, apenas una tanda de ganarle la partida. Se dejó después, manejable pero desentendiéndose.
De los pitones del cuarto salían dos toros para muchas plazas. Fue violento en el capote, difícil en banderillas e infernal en la muleta. No había manera. Durísima violencia que encontró mando en la muleta de Robleño. Al alcance de pocos esa actitud. Y ayer de los tres. Tres toreros, tres. De los pies a la cabeza.
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